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Actualizado: 5 de julio de 2025
Quedábanme seis onzas de oro: fué menester dar dos al jurisperito que consulté, otras dos al procurador que se encargó de mi asunto, y dos al escribiente del primer juez. Hecho esto, aun no se habia empezado mi pleyto, y ya llevaba mas dinero gastado que lo que mis requesones y mi muger de añadidura valian. Volvíme al pueblo con ánimo de vender mi casa por recobrar á mi muger.
El Chucro dejó su asado sobre un madero, acercose, vio que la obra estaba terminada, se rió, tomó la pala de manos de Peñálvez y le asestó un golpe mortal en la cabeza. Luego, hundiole varias veces en el cuerpo la misma cuchilla con que comiera, y tiró a la fosa el ensangrentado cadáver del escribiente...
Otra cosa eran las artes del dibujo, y en este punto el atildado pendolista no vacilaba en sostener que con la pluma hacía, si no prodigios, arabescos muy agradables; el arabesco era su dibujo favorito, porque se enlazaba con sus facultades de escribiente, y además también tenía cierto parecido con la música por su vaguedad e indeterminación.
Y le volvió la espalda, olvidándolo, mientras el secretario sonreía servilmente al primo de su principal y le saludaba con varias reverencias. Aresti conocía de muchos años á aquel hombrecillo que había comenzado de escribiente en la casa y era ahora el empleado de confianza de Sánchez Morueta.
Aquella noche, en el Club Inglés, jugando a la baraja con otras personas importantes, su excelencia dijo entre dos bazas: Tengo en mi departamento un empleado a quien le gustan las negras. Pásmense ustedes. ¡Un simple escribiente!
A pesar de su carácter blando, el inglés tenía sus cuartos de hora de mal humor, y nada le incomodaba más que encontrar una cosa fuera de su sitio, o no encontrarla en ninguna parte: entrecerrando sus ojos de albino, como un murciélago a quien daña la luz, se revolvía en su banco de patas largas, buscando en los cajones, palpando sobre la mesa; convencido de la inutilidad de sus pesquisas, miraba al escribiente, como si quisiera devorarle, pero no decía nada, porque guardaba sus sentimientos y sus pasiones bajo la llave de la reflexión, tan bien, como los objetos de su escritorio.
Todo se derrumbaba de golpe. Otra vez se sentía solo, pobre y desvalido; tornaba a ser un mísero escribiente, el mismo ser vulgar en quien nadie fijaba la mirada. Pero más cruelmente aún que este dolor le mordía el alma otro que pocos conocen; el del artista que duda de sí mismo.
La Gaceta no dice nada, al menos La Correspondencia no lo copia. Pero el Gobierno lo sabe, y en el Ministerio de la Guerra no se habla de otra cosa. El hermano de un cajista de casa está de escribiente en la Dirección de Infantería, y allí lo ha oído. Y por el Maestrazgo, ¿no hay nada? Todavía... Como no tengan mano de hierro, estamos perdidos.
Al retirarse a casa le decía Paz: Di, papaíto, ¿te han servido los papeles que te trajo aquel muchacho del Senado? Algo, algo: el chico no es tonto... tiene buena voluntad y parece listo. Sí, ¿eh? Paz no sabía cómo sugerir a su padre la idea de que utilizara de algún modo los servicios de Pepe, pues comprendía que don Luis no necesitaba secretario ni escribiente.
¿Quién es ese señor tan altanero me dijo al bajar la escalera y tan fino, y tan?... ¿Es algún príncipe? Es un escribiente que se cree la justicia y el primer personaje de la Nación: como está empleado, se cree dispensado de tener crianza. Aquí tiene todo el mundo esos mismos modales, según voy viendo. ¡Oh! no; es casualidad. C'est drôle iba diciendo mi amigo, y yo: ¿Entre qué gentes estamos?
Palabra del Dia
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