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Memorial informatorio por los pintores en el pleyto que tratan con el Señor Fiscal de su Magestad en el Real Consejo de Hacienda sobre la exempción del arte de la pintura. Madrid, por Juan Gonzalez, año 1629. Vicente Carducho. Dialogos de la pintura. Madrid, 1633. Francisco Pacheco. Arte de la pintura, su antigüedad y grandeza. Sevilla, 1649. El pincel cuyas glorias describía... Madrid, MDCLXXXI.

Primero pagó la multa, y luego se le permitió defender su pleyto ante el consejo del gran Desterliam, donde dixo así: Astros de justicia, pozos de ciencia, espejos de la verdad, que con la gravedad del plomo unís la dureza del hierro, el brillo del diamante, y no poca afinidad con el oro, siéndome permítido hablar ante esta augusta asamblea, juro por Orosmades, que nunca ni la respetable perra de la reyna, ni el sagrado caballo del rey de reyes.

Todo el mundo se declaró en su favor, no porque estaba en el camino de la verdad, ni porque era discreto, ni porque era amable, sino porque era primer visir. No dió ménos felice cima á otro intrincadísimo pleyto de los magos blancos con los negros.

Replicó Evathlo: "Ya, gane yo el pleyto, ó le pierda, no he de pagarte: porque si tengo sentencia en favor, quedó exênto: si la tengo en contra, no se ha cumplido el pacto de pagarte quando ganase el pleyto."

Mas retardando Evathlo la execucion, Protágoras le movió un pleyto, y habló en su favor á los Jueces con este dilema: "Ya sea que te den, Evathlo, sentencia en favor, ya en contra, me has de pagar la deuda: porque si pierdes el pleyto, la pagarás por la sentencia: si lo ganas, la pagarás por lo tratado; pues has ofrecido pagarme el dia que defiendas un pleyto y le ganes."

Primero presentó á un juez que habiendo, en virtud de una equivocacion de que no era responsable, fallado un pleyto importante contra un ciudadano, le habia dado todo su caudal, que era lo equivalente de la perdida del litigante.

Quedábanme seis onzas de oro: fué menester dar dos al jurisperito que consulté, otras dos al procurador que se encargó de mi asunto, y dos al escribiente del primer juez. Hecho esto, aun no se habia empezado mi pleyto, y ya llevaba mas dinero gastado que lo que mis requesones y mi muger de añadidura valian. Volvíme al pueblo con ánimo de vender mi casa por recobrar á mi muger.

Defendióse con mucha sal Micromegas; se declaráron las mugeres en su favor, puesto que al cabo de doscientos y veinte años que habia durado el pleyto, hizo el muftí condenar el libro por calificadores que ni le habian leido, ni sabian leer, y fue desterrado de la corte el autor por tiempo de ochocientos años. No le afligió mucho el salir de una corte llena de enredos y chismes.