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Actualizado: 13 de junio de 2025


En los puntos más céntricos de la ciudad habíanse levantado los «altares», enormes fábricas de madera y cartompiedra que llegaban a los tejados, con decoración gótica o corintia, erizados de mecheros de gas, y en su parte media la repisa, en la que se ostentaba el diplomático de Caspe con su hábito de dominico y un dedo en alto entre cirios y flores.

Mire que yo vengo confesado desde Bayona, y de allá aquí, maldito si tuvimos ocasión de pecar, ni aun venialmente, mi compañero y yo, como no sea pecado viajar por estas tierras. Calle dijo el padre, y mejor para su alma. En nombre del Padre, y del Hijo... ¡Ay Dios mío! exclamó el viajero, erizados los cabellos, que han creído en este pueblo que traemos los malos y nos conjuran.

En fin, á despecho mio, arrostrando con cierta vergüenza la nota de cobarde, con que queria picarme el compañero, eché á huir hácia la escalera, casi dando chillidos y con los cabellos erizados. En mi vida me he creido más fuera del mundo. Me parecia que era propiedad de un mago, de un duende, de una bruja.

El perro, sin hacer caso de los puntapiés de Pedro, no cesaba de ladrar y aullar, corriendo de un lado á otro, unas veces acercándose á la hoguera con las orejas tiesas y los pelos erizados, marchando otras á ocultarse entre las piernas de alguno de los presentes. La algazara había ido cesando poco á poco en el concurso. Los rostros quedaron completamente serios.

Don Mariano, que al oír el grito se había precipitado en la alcoba, el rostro encendido y los cabellos erizados, quiso separar a su hija del cadáver. ¡Sepárate, hija del alma, ya no tienes madre!

Su sombrero se ladeaba; los bucles de su cabellera intentaban escapar, erizados y estremecidos por las corrientes de humana electricidad que serpenteaban entre sus raíces. Parecía tener diez años más. Pero una segunda voz interior emitía otra opinión. «, muy fea... ¡pero tan interesanteSeguramente que al levantarse de la mesa volvería á ser la Alicia de siempre.

Era como un decorado de teatro, partido en varios términos: primero las «villas» sueltas rodeadas de árboles, con balaustres blancos y chorreando flores sus murallas; luego el núcleo de Monte-Carlo, sus hoteles enormes erizados de cúpulas y torrecillas, y en el fondo, esfumados por la distancia y el polvo dorado flotante en la atmósfera, el peñón de Mónaco y sus paseos, la enorme masa del Museo Oceanográfico, la catedral, de un blanco crudo y reciente, y las torres cuadradas y almenadas del palacio del Príncipe.

El tipo del individuo de ese gremio era un joven de pelos y bigotes erizados, pálido de cutis, hundido de vientre, con las manos muy sucias, chaquetilla á media espalda, pantalón de campana, gorrita en la cabeza, sin chaleco y con la camisa muy sacada sobre la cintura.

Con la rapidez con que se ven en el día de hoy desfilar los palos del telégrafo por las ventanillas de un tren, así vió pasar el rey Buby ante sus ojos, en su veloz carrera, el pavoroso cuadro de aquella cocina... Al calorcito de la lumbre oculta bajo el rescoldo dormía el temido D. Gaiferos, gatazo enorme, cartujano, cuyos erizados bigotes subían y bajaban al compás de su pausada respiración...

Realmente el barón de los Oscos en tal momento, con su rostro desfigurado, los ojos encarnizados, los grandes bigotes empalmados con las patillas, cerdosos y erizados, y el formidable torso pegado al caballo, era una figura que infundía espanto. Había que remontarse con la fantasía a la irrupción de los bárbaros para hallar algo semejante.

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