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Y un día y otro día predicaba a su marido la conveniencia de establecerse en grande en la capital de la provincia, donde, según ella, ni los ricos eran vanos ni los pobres envidiosos. Oíala Simón sin soltar prenda, y aun haciendo como que no la oía; pero la verdad es que en el fondo de su corazón detestaba de la villa tanto como su mujer.

A los valerosos , que tienen envidiosos de su virtud y valentía a muchos príncipes y a muchos otros caballeros, que procuran por malas vías destruir a los buenos. Pero, con todo eso, la virtud es tan poderosa que, por sola, a pesar de toda la nigromancia que supo su primer inventor, Zoroastes, saldrá vencedora de todo trance, y dará de luz en el mundo, como la da el sol en el cielo.

No le faltaron á Roger enemigos de su misma Religion, que envidiosos de sus buenos sucesos, le descompusieron con su Maestre, haciéndole cargo que se habia aprovechado por caminos no debidos á su profesion, y defraudado los derechos comunes, y alzádose con todos los despojos de sacó de Acre; que como ya esta célebre y famosa Religion se hallaba en su última vejez, y cerca de su fin, sus partes se habian enflaquecido con los vicios de la mucha edad y tiempo.

Los grandes hombres tienen el medio de no ser envidiosos; gracias a su generosidad, el doctor Le Bris hizo su reputación en cinco o seis años. Aquí se le apreciaba como sabio, allá como bailarín, y en todas partes como hombre simpático y bueno. Ignoraba los primeros elementos de la charlatanería, hablaba muy poco de sus éxitos y abandonaba a sus enfermos el cuidado de decir que los había curado.

No podía remediarlo.... La emoción de entrar en los salones en día solemne era para él semejante a la de echarse al agua. Y en efecto, cualquier observador hubiera dicho que aquel hombre creía estar en aquel umbral a la orilla del Océano. Contestaba Saturno con sonrisas muy corteses a las bromas de los envidiosos sin frac que le decían: ¡Vamos, hombre, láncese usted... valor!

Y haciéndola el dolor más expansiva, comenzó toda una serie de hondas lamentaciones: ciertamente, no había ella dudado ni un punto de la honradez del señor Delaberge; pero eso no había de impedir que su llegada al Sol de Oro despertase la malignidad de los envidiosos que hablaban mal del Príncipe sólo porque había hecho fortuna. Iban a remover y a remozar antiguas historias.

Al principio, por no parecer envidiosos, hacen como que la acatan: y, como que es de fuertes no temer, ponen un empeño desmedido en alabar al mismo a quien envidian, pero poco a poco, y sin decirse nada, reunidos por el encono común, van agrupándose, cuchicheando, haciéndose revelaciones. Se ha exagerado. Bien mirado, no es lo que se decía. Ya se ha visto eso mismo. Esos ojos no deben ser suyos.

Los estudiantes, no, esos no estaban por las calles, aunque en los balcones tenían a sus hermanas y a sus novias: los estudiantes estaban en la procesión, vestidos de negro, y entre admirados y envidiosos de los muertos a quienes iban a visitar, porque estos, al fin, ya habían muerto en defensa de su patria, pero ellos todavía no: y saludaban a sus hermanas y novias en los balcones, como si se despidieran de ellas.

Cuando Doroteo llegó á general, sus envidiosos atribuyeron toda la carrera del héroe á la influencia de Guadalupe. «No es que sea menos valiente que los demás decían ; pero á causa de su compañera, los de arriba se fijan en sus acciones, que, realizadas por otros, quedarían ignoradas

Sois un extrangero, le dixo el hombre juicioso que le hablaba, y se os presentan de tropel los abusos, miéntras que se os esconde el bien oculto, y que no pocas veces de estos mismos abusos resulta. Supo entónces que habia entre los literatos muchos que no eran envidiosos, y hasta entre los magos algunos que eran virtuosos.