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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Pero ahora el gran acontecimiento pasaba en nuestra propia casa; y al comunicarlo al primer chico que se detuvo en la puerta de calle a mirar, había ya en mis ojos la vanidad con que una criatura de riguroso luto pasa por primera vez ante sus vecinillos atónitos y envidiosos.
Más que nunca. ¿Y qué dice a eso tu hermano? Si te interesa, pregúntaselo. ¿Y me dejarás morir? Sin pestañear. Hago voto al diablo que está a los pies del San Miguel de la parroquia, de que le he de dorar los cuernos, si carga de una vez con tu Luis de Haro. Deséale mal, que los malos deseos de los envidiosos engordan.
Dí: ¿es cierto que ibas á ser cura? le preguntaba Miguel Fedor . ¿Es verdad que al abandonar el seminario fuiste mancebo de botica? Príncipe contestaba el maestro con dignidad , yo soy don Marcos de Toledo. Mi apellido dice mi nobleza, á pesar de todo lo que cuenten los envidiosos, y tengo derecho á usar el don, porque el señor marqués me hizo oficial.
En los mismos tiempos de Homero, el que ganó por fin el sitio, y entró en Troya, no fue Ajax el del escudo, ni Aquiles el de la lanza, ni Diomedes el del carro, sino Ulises, que era el hombre de ingenio, y ponía en paz a los envidiosos, y pensaba pronto, lo que no les ocurría a los demás.
Había vivido de limosna... y quería ser amante de una gran artista llena de necesidades de lujo y de fantasía... ¡Miserable!... Se puso colorado recordando ciertas reticencias maliciosas y alusiones tan embozadas como venenosas de sus amigos envidiosos.
Es, en fin, la gran ramera de la vida, que se resiste al esforzado, se entrega al ruin, a cualquiera se vende, y hasta de largo en largo se deja conquistar por el bueno, convirtiéndolo en blanco de envidiosos.
Estoy de acuerdo con él: mejor es someterse al fallo de una junta directiva compuesta de los más entendidos y reputados literatos, que no al capricho de un empresario, tal vez ignorante, y tal vez sujeto al influjo de envidiosos y aduladores que, hasta por no dar la cara, pueden dar, sin temor ni escrúpulo, muy malos consejos.
Momaren se arañó las muñecas en la obscuridad, preguntándose qué poder infernal al servicio de los envidiosos de su gloria había conseguido realizar esta catástrofe.... A ninguno se le ocurrió que el Hombre-Montaña pudiera haber empleado como asiento el techo que tenían sobre sus cabezas.
Sin embargo, los enemigos que el excusador tenía, mejor diremos, los envidiosos, se encresparon terriblemente. No quisieron asentir a la versión de la doncella. Opinaban que era una patraña forjada por ella para salvarle; y si no lo creían, por lo menos así lo manifestaban bajando la voz y sonriendo maliciosamente.
A casi todos los profesores de filosofía de las Universidades de Alemania los pone él como chupa de dómine, tratándolos de envidiosos, de plagiarios, de necios y de tan interesados que encubren la verdad y enseñan la mentira por miedo de perder la posición y el salario que reciben.
Palabra del Dia
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