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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Ahí Victoria... ¿Lo conoce usted? Otro de la misma época. Los contemporáneos envidiosos le llamaban «el mono de Palestrina», tomando todas sus obras por imitaciones, después de su larga estancia en Roma; pero crea usted que en vez de plagiar al italiano tal vez lo superó.
Y vuelve a las tajadas de pan con más ardor que antes, dando quizá con esto la razón a los envidiosos de la aldea, que no querían oír hablar de los osos que había matado y se emperraban en llamarle zampatortas. Vamos, niña, di cómo lo has visto manifiesta la simpática Consuelo, que venía en la diputación.
Entonces acuden a separarlos, se cava la tierra y se recoge el fruto. Así los envidiosos delatan el paraje donde existen las trufas literarias; allí acude el público, los separa y se las come. Perdone usted lo feo de la comparación en gracia de su exactitud...
Yo no deseo desempeñar el papel de constable replicó el herrador, dominado por aquel razonamiento implacable . Nadie puede decir que eso me importa, si se ha de hablar sinceramente. Pero si ha de haber celosos y envidiosos a propósito de esta diligencia acerca del señor Kench con un tiempo semejante, que vaya el que quiera, no me haréis ir a mí, yo os lo aseguro.
La emulación y la envidia hacían que también sus enemigos se aumentasen. Y a todo contribuía en gran manera Tiburcio de Simahonda que, menos retraído y mucho más expansivo que Morsamor, se mostraba por donde quiera y trataba toda clase de gente. Tiburcio, como en Lisboa, sabía ganar amigos en la India, pero su buena fortuna con las mujeres y en el juego le creaba muchos envidiosos.
Se sintió arrepentido interiormente de sus cóleras. El maestro era bueno; su fama la repartía con los humildes. Todo lo anterior había sido, indudablemente, obra de los envidiosos, que deseaban separarlos. Durante el banquete, Simoulin no le perdió de vista. El comandante no podía estar a su lado; aspirar á esto hubiera sido un disparate.
Todos sus enemigos los tiene en su antesala; su potencia abruma á sus envidiosos, y mira á sus plantas á quantos le detestan. Al fin entró en su gabinete, y vió á un viejecito agobiado de años y quehaceres, pero vivo todavia, y muy inteligente. Gustóle Babuco, y á Babuco le pareció un sugeto muy digno de estimacion.
Alguno de sus muchos envidiosos quería suponer que esta especialidad no tanto dependía de la profundidad de su ciencia cuanto de la forma en que ciertas revistas esparcen los conocimientos útiles. Pero esta venenosa observación no merece siquiera que se la refute. Su fuerte era la biología y particularmente el desenvolvimiento fisiológico del tipo humano.
Ni menos consiste nuestra inferioridad de ahora en que seamos menos codiciosos, menos envidiosos y menos viciosos que nuestros padres. Los documentos de los siglos XV y XVI dan testimonio fehaciente de lo contrario. El desenfreno de las costumbres y la falta de pudor habían llegado á su colmo.
¡Hay hombres afortunados! decían otros comerciantes envidiosos; comprar una casa por nada, vender bien su partida de zinc, asociarse con un Simoun y casar á su hijo con una rica heredera, ¡diga usted que son gollerías que no las tienen todos los hombres honrados! ¡Si supieran ustedes de dónde le viene al señor Pelaez esa gollería! Y con el tono de voz se indicaba á sí mismo.
Palabra del Dia
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