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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Además, ¡nuestros comentarios alegres al estar solos! Muchos de mis antiguos adoradores sintieron renacer el pasado por envidia sorda, por la instintiva rivalidad del hombre maduro ante el adolescente, y me asediaban con sus galanterías. Mi Jorge me amenazaba riendo: «Mamá, tengo celosQuería que su madre no llamase la atención de ningún hombre, para que fuera toda de él.

Era todo lo contrario de lo que había sido Arturito al volver de París. La ropa, los dijes y los primores de Arturito habían excitado la admiración y la envidia.

Primero, los arrebatos de pasión: una dicha que, encontrando estrecho el elegante nido de los recién casados, paseaba su insolencia feliz por los salones, para dar envidia al mundo; después, la monotonía, el cansancio, la separación lenta e insensible, sin dejar por eso de amarse; a él le atraían sus amistades de soltero, y ella protestaba con escenas y choques que hacían odiosa para Luis la vida conyugal.

Eso no es de tono, hija respondió la mayor . Mejor es otra cosa, ahora que me acuerdo. ¿Qué cosa es? Darla mate, para que rabie de envidia. Pues empieza . Verás qué pronto.

De aquí nació un rencor sordo, unido a no poca admiración y envidia, y se engendró la lenta irritación nerviosa que dio al traste con la salud de la madrileña. El paroxismo de un deseo no saciado, las ansias de la vanidad mal satisfecha, alteraron su temperamento, ya no muy sano y equilibrado antes.

Leopoldo Montes aspiraba a que Rubín le llevase de secretario; pero esto no era fácil. «Chico, yo se lo diré a Villalonga. Creo que me dan el secretario hecho... Veremos si te meto de inspector de policía». Otros tertuliantes sentían envidia, y aunque felicitaban y adulaban al favorecido, al propio tiempo hacían pronósticos de las dificultades que había de tener en el gobierno de su ínsula.

19 No te entremetas con los malignos, ni tengas envidia de los impíos; 20 porque para el malo no habrá buen fin, y la candela de los impíos será apagada. 21 Teme al SE

Y como dicho teatro ha de estar en algún punto y no le hemos de fundar en Ovejo, en Churriana ó en la Madroñera, lo natural y razonable será fundarle en Madrid, sin hacer caso de la ruin y disparatada envidia del regionalismo. Aquí se me ocurre algo que me atrevo á llamar antinomia y que no puede menos de motivar una digresión inevitable aunque prolija. Ojalá que no sea cansada.

Los hijos de Karl, que ya eran cuatro, y se movían en torno del abuelo como un coro humilde mantenido á distancia, contemplaban con envidia estas dádivas. Para agradarle, un día en que le vieron solo se acercaron resueltamente, gritando al unísono: «¡Abajo Napoleón!» ¡Gringos atrevidos! bramó el viejo . Eso se lo habrá enseñado á ustedes el sinvergüenza de su padre.

eres literato y escritor; y ¡qué tormento no te hace pasar tu amor propio, ajado diariamente por la indiferencia de unos, por la envidia de otros, por el rencor de muchos! Preciado de gracioso, harías reír a costa de un amigo, si amigos hubiera; y no quieres tener remordimientos.

Palabra del Dia

ciencuenta

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