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Actualizado: 8 de junio de 2025


Un diputado republicano proclamaba la guerra a Dios, le retaba a que le hiciese enmudecer, y la impiedad seguía inmune y triunfante, derramando su elocuencia como una fuente envenenada. Gabriel vivía en un estado de belicosa excitación.

Maintenon, la que se atribuye a Mme. Roland, y tantas otras mujeres que hacen el sacrificio de su reputación por asociarse a nombres esclarecidos. La Severa resiste años enteros. Una vez escapa de ser envenenada por su tigre en una pasa de higo; otra, el mismo Quiroga, despechado, toma opio para quitarse la vida.

Puede suceder entonces que una espina que ha quedado en la llaga, y de la cual otros apenas habrían hecho caso, se convierta para ellos en una flecha envenenada que les roerá el cuerpo y el alma hasta que sucumba... ¡Vaya, basta de charla! He aquí dos o tres hojas más. ¡Escucha! Vamos a saber cómo se muere de un deseo. ¿Qué sucedió después?

Se había contaminado al curar las heridas de un moribundo perdido durante tres días en el fondo de un embudo de tierra abierto por el estallido de un proyectil enorme. Su agonía duró cuarenta y ocho horas, ennegreciéndose lentamente con la expansión de la sangre envenenada, aullando entre nerviosos estertores, doblándose como un arco sobre la cabeza y los pies, que se clavaban en el lecho.

Los papúes van muy mal armados y son incapaces de resistir un ataque de hombres provistos de armas de fuego. Los arcos que emplean son de poca eficacia, sus mazas de palo valen poco, y sus lanzas tienen la punta de hueso; pero emplean un arma peligrosa: la flecha envenenada, que lanzan con cerbatana; arma que se presta mucho a la guerra de emboscadas, y que causa heridas mortales.

La juventud que sale de las últimas, no se halla, sin duda alguna, exenta de defectos, pero no va envenenada y torcida para siempre por la superstición embrutecedora sembrada por los embaucadores indígenas y exóticos. Esa educación laica no dará individuos que confían en la protección y en la recomendación para progresar y triunfar en la tierra.

Pero su alegría estaba envenenada por preocupaciones malvadas, y sin dejar de recibir saludos, Clementina pensaba: ¿Conseguiré destruir esta dicha que todos proclaman, elogian y envidian? Vió á Mauricio que hablaba alegremente con Herminia, mientras Roussel, en un círculo de señoras, prodigaba sus gracias y sus amabilidades. Una nube oscureció la frente de la solterona.

Aquella mujer tan hermosa, que era la belleza con cara de bondad para Bonis... le pareció de repente una culebra.... La vio mirarle con ojos de acero, con miradas puntiagudas; le vio arrugar las comisuras de la boca de un modo que era símbolo de crueldad infinita; le vio pasar por los labios rojos la punta finísima de una lengua jugosa y muy aguda... y con el presentimiento de una herida envenenada, esperó las palabras pausadas de la mujer que le había hecho feliz hasta la locura.

Al herir a la víctima y retirar después el arma de la herida, quedaba en su seno una parte de la materia grasa envenenada, la cual producía un resultado fatal. Pero usted, ciertamente, no anticipa que estoy envenenado exclamé tartamudeando. Está envenenado, no hay duda.

La mirada envenenada que me lanzó entonces, no la olvidaré en mi vida. Pero ya sabía con quién tenía que habérmelas. Por otra parte, ella recogió el guante en seguida.

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