Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 10 de junio de 2025
Lo mismo que de don Sebastián, habían hablado los canónigos de todos los arzobispos anteriores, lo que no impedía que después de muertos fuesen unos santos. Cuando sorprendía al Tato repitiendo en las Claverías los chismes de abajo, le amenazaba con toda su autoridad de jefe de la familia. Esteban se entristecía viendo el estado de salud de su hermano.
Nada había bastado a quebrantar su resolución ni a cambiar su inveterada conducta de no mezclarse en elecciones ni en política para nada. Don Acisclo rabiaba, se entristecía y se desesperaba de esta terquedad. Con D. Juan Fresco de su lado, su empresa era llana. Sin D. Juan Fresco, a pesar del auxilio del Gobierno, distaba muchísimo de estar asegurada la victoria.
Su porvenir le causaba á veces gran inquietud. Podía casarla con el hijo de otro potentado: un matrimonio de millonarios en el que no entrase para nada el amor. ¿Pero no era esto perpetuar en la hija la infelicidad del padre? Observaba á Pepita, y se entristecía, adivinando en ella una reproducción de su madre.
Lo único que entristecía al jardinero era contemplar la decadencia de su querida catedral. Las rentas del arzobispado y las del cabildo habían sufrido gran merma con la guerra. Había ocurrido lo que en las inundaciones, que, al retirarse, arrastran árboles y casas, dejando el terreno yermo y desabitado.
Nuestro sacerdote unas veces se entristecía con ellos, pero otras se confortaba pensando que no debía de estar tan condenado y maldito cuando D. Miguel tomaba sus terribles dudas con tanta calma. Cuando a éste le retiraron las licencias no tuvo más remedio que buscar otro confesor. Convencido de la hostilidad con que le miraban D. Narciso, D. Melchor y D. Joaquín, no quiso desahogar con ninguno de ellos su conciencia, aunque bien sabía que en el tribunal de la penitencia nada tienen que hacer las simpatías o las antipatías. Fue a dar con un joven capellán, más joven aún que él, recién llegado del seminario. Era hijo de un carpintero de la villa, tan tímido y encogido que apenas sabía saludar, feliz de verse elevado sobre su antigua condición, tributando un respeto sin límites a todas las grandezas del cielo y a todas las pequeñeces de la tierra.
Alzaba los ojos sorprendida, pero viéndole sonreír, sonreía también y alargaba sus labios de coral para darle un beso. ¿Por qué lloras, Luis? ¿Tienes pupa? Josefina no entendía que hubiese motivo más grave en el mundo para llorar. Amaba a Luis tiernamente, y eso que le chocaba y entristecía la frialdad que con ella usaba ordinariamente.
Cuando Paz se hizo cargo de que, aun ignorando la causa, el pesar de su novio la entristecía; cuando, sin poder aquilatarlo, sintió como propio un dolor ajeno, entonces advirtió que en su corazón comenzaba a reinar una voluntad distinta de la suya, y que aquel hombre, sólo con lealtad y buena fe, iba apoderándose de su albedrío lenta, pero seguramente, como río caudaloso que profundiza el cauce en que se sustenta.
Era un ave de paso, aventurera e inquieta, y no había que esperar que buscase otra vez su nido en Sevilla al volver el invierno. Esta posibilidad de no encontrarla más entristecía al torero, revelando el imperio que aquella mujer había tomado sobre su carne y su voluntad. ¡No verla más! ¿Para qué, entonces, exponer la vida y ser célebre? ¿De qué servían los aplausos de las muchedumbres?...
Pasó aquel día y pasaron muchos sin que doña Manuela dijese una palabra sobre el noviazgo de su hijo. Este silencio entristecía a Juanito en ciertos momentos. Veía una vez más hasta dónde llegaba el afecto de aquella madre a la que idolatraba. Era un paria, un advenedizo de procedencia inferior que el azar había introducido en la familia.
Fernando miraba al doctor como si quisiera adivinar su pensamiento. ¿No creería él también que le guiaba el deseo de conquistar de un golpe la riqueza? Esta duda le entristecía.
Palabra del Dia
Otros Mirando