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Actualizado: 6 de junio de 2025


8 Y cuando los leprosos llegaron a las primeras estancias, entraron en una tienda, y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata, y oro, y vestido, y fueron, y lo escondieron; y vueltos, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron, y fueron, y escondieron. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey.

Que no lo vea nadie cuando entremos». ¿Qué significaban estos tapujos? ¡Introducir un Belén cual si fuera matute! Y como expertísimo contrabandista, hizo Plácido su alijo con admirable limpieza. La señora lo tomó de sus manos, y llevándolo a su alcoba con minuciosas precauciones para que de nadie fuera visto, lo escondió, bien cubierto con un pañuelo, en la tabla superior de su armario de luna.

Á mi vez suplico yo también á V. que no entremos en cuestiones inútiles. Yo no he venido aquí á discretear ni á filosofar. Yo no discreteo ni filósofo. Digo lo que es cierto. El pecado no fué un acaso; no fué algo independiente de nuestro libre albedrío.

¡Absolutamente! replicó Pedro sonriendo . Solamente vengo a pedir a usted un favor un tanto enojoso... ¿Podría hablar a usted un momento a solas? La vizcondesa echóle sorprendida y curiosa mirada. ¡Entremos! replicóle después. ¿Puedo cerrar las puertas? preguntó el marqués. ¡Ciertamente! Pierrepont cerró las ventanas sentándose a algunos pasos de la vizcondesa.

¿Qué es eso? . Pero que, ¿es cosa de Medicina? Es una culebra. ¿La veremos aquí?... Entremos. ¿Es esto la Casa de Fieras? ¿Quieres ver al oso? Aquí me tienes. que lo eres» dijo Isidora riendo con toda su alma. Y entraron.

Desde fuera, con su tejado de pizarra y el pabellón francés ondeando encima, podía tomársele por una alcaldía rural. Conozco al intérprete; entremos a fumar con él un cigarrillo. ¡Pitillo tras pitillo concluiré por matar este domingo sin sol! Numerosos árabes andrajosos ocupan el patio que precede a la oficina.

Entremos un poco en casa de Cuny; a Catalina y a Luisa no sentará mal tomar un trago, ni a los otros tampoco; así cobrarán ánimo. ¡Arre, Bruno! Marcos cogió al caballo de la brida... Se acababa de colocar en el trineo a dos hombres heridos.

El remedio que en esto se me ofrece, Es advertir á Aurelio que no diga Al Rey que es caballero, sino un pobre Soldado que iba á Italia, y que esta Silvia Es su muger, y si esto el Rey resiste, No querra por el tanto que costaron, Quitartelos, que el precio es muy subido. Muy bien dices, señora: bien, entremos Y demos este aviso á los dos juntos.

Las que usted quiera. Aquí en la calle estamos mal. ¿Tiene usted inconveniente en que entremos en cualquier establecimiento? Muy cerca hay uno. Vamos allá. La idea de entrar en un café le había serenado por completo, como es natural. Anduvimos algunos pasos por la calle arriba otra vez y penetramos en la taberna donde me habían convidado no hacía muchos días.

Entremos dice con voz sorda. Ella alza la cabeza y apoya los brazos en el suelo; pero, cuando él quiere levantarla, lanza un grito agudo. ¡No me toques! Por dos o tres veces trata de ponerse en pie; sus piernas se doblan. Entonces tiende los brazos sin decir palabra, y se deja levantar por él, que sostiene sus pasos vacilantes a través del patio del molino.

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