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Actualizado: 16 de julio de 2025
Y a las dos servía también de acompañante el P. Enrique, único varón quizá de todo el distrito que no intervenía en el asunto electoral.
Vamos, pues, si podemos, á exponer de una manera compendiosa su argumento. El Infante portugués Don Fernando, gran maestre de la orden de Avis, desembarca, con su hermano Enrique y un ejército, en las costas de Africa.
En suma, el P. Enrique, o no supo o no quiso hacerse popular. También en él se cumplió la sentencia evangélica: Nadie es profeta en su patria; también por él, si es lícito comparar lo pequeño con lo grande, pudo decirse que estuvo entre los suyos y los suyos no le conocieron.
Miguel, que fumaba tranquilamente en una butaca sin atender a lo que su primo decía, preguntó en tono distraído: ¿Pero no habría algún medio de sustituir esa suerte de picas? ¡Ninguno! gritó Enrique. ¡Absolutamente ninguno! Bien, hombre, bien; no te enfurezcas.
En cerca de cinco años de mando, brilló poco como administrador. Sus empresas se limitaron a enviar, aunque sin éxito, una fuerte escuadra en persecución del bucanero Morgán, que había incendiado Panamá, y a apresar en las costas de Chile a Enrique Clerk. Un año después de su destrucción por los bucaneros , la antigua Panamá, fundada en 1518, se trasladó al lugar donde hoy se encuentra.
Este libro fué formado para divertimiento del rei, de la reina doña Maria, del principe don Enrique i de las damas i señores i caballeros de la córte, i pára MS. en la biblioteca del Escorial.
La generala se bebió el vaso de agua sin gana. Eh, chis, chis, Miguelito, ¿a dónde tan decidido? Al Retiro. Para los pies, chavó, y entra a tomar una cañita conmigo y estos señores. Miguel se detuvo y sonrió al ver a su primo Enrique sentado a una mesa del café Imperial al lado de la ventana y rodeado de varios toreros.
Se me figura un dulce sueño. Pero ¿por qué no dices nada? Pareces inquieta; tu corazón late presuroso. Di, querida mía, ¿qué tienes? ELSA. Nada. Pero el sol de hoy era tan triste... ENRIQUE. Ya se ha puesto. ELSA. Sí, se ha puesto; no está ya en el cielo, y tú estás aquí, junto a mí. Pero no, no eres tú; es tu espectro de los labios ardientes y la mirada luminosa. ELSA. ¡Es el duque que llega!
Murió el duque de Medinasidonia D. Enrique de Castilla, hijo natural de D. Enrique II y de D.ª Juana de Sousa, y el rey D. Enrique III escribió al cabildo que le diese sepultura en la capilla mayor al lado del Evangelio. En este sitio estuvo, en un sepulcro de madera primorosamente esculpido, hasta mediados del siglo XVI, en que fué el arca sacada de allí.
Puede consultarse con provecho, aunque, á decir verdad, hay ciertas obras de poetas eminentes, como El Fausto, de Goëthe, y El mágico prodigioso, de Calderón; el Enrique VIII, de Shakespeare, y La cisma de Ingalaterra, de nuestro gran poeta, cuyo fondo, siendo el mismo, no son, sin embargo, comparables, por cuanto cada uno de ellos maneja los mismos materiales con distintos propósitos, bajo diversos puntos de vista, y adaptándolos, por consiguiente, á planes y formas sujetas á las dotes poéticas individuales, y, sobre todo, á las ideas dominantes en las épocas y en las naciones, en que cada uno escribe, que no sólo hacen imposible toda comparación entre ellas, sino, lo que es peor, la hacen inútil.
Palabra del Dia
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