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Actualizado: 13 de junio de 2025
Consagrado ahora al periodismo, es redactor del diario filipino "La Vanguardia". Adora a Rubén y Villaespesa. Romántica dalaga que lloras, dolorida, con tu alma de azucena, sin luz, desfallecida, en medio de la senda de la desolación. Del astro de tu angustia suprema a los reflejos, bardo de ensoñaciones, vengo a tí, de muy lejos, con la lira enlutada y triste el corazón.
Pocos días después llegó del castillo un correo que venía a escape y traía para Domingo una carta enlutada, cuya lectura le anonadó a pesar del gran dominio que tenía sobre sí mismo en materia de emociones. Oliverio había sido víctima de un grave accidente. ¿De qué clase? No lo expresaba la carta, o Domingo tenía sus razones para no explicarlo más que a medias.
Sentado junto al brasero, con la mirada fija en las vigas de la techumbre, Ramiro soñaba. La puerta que daba a la galería se abrió muy despacio y una figura enlutada entró en la habitación. Era su madre. Las tocas monacales, adheridas con ventosas a la frente, ocultábanla los cabellos; su rostro desprendía luminoso blancor. Era ya el ser sin carnalidad, sin escoria.
Dirigiose rectamente hacia el niño. El pequeño Gómez sintió miedo al ver a aquella mujer enlutada, y escapó corriendo hacia su madre. La señora Chermidy dio algunos pasos tras él y se detuvo en seguida en presencia de Germana. Germana se hallaba sola en el jardín con el marqués de los Montes de Hierro.
Mientras el P. Martínez repetía por centésima vez y ya llevaba ganados unos cinco mil reales que como el dolor de una madre no hay otro, y echaba, sin pizca de dolor propio, sobre la imagen enlutada del altar, toda la retórica averiada de su oratoria de un barroquismo mustio y sobado; el amor sacrílego iba y venía volando invisible por naves y capillas como una mariposa que la primavera manda desde el campo al pueblo para anunciar la alegría nueva.
Al llegar, todas la saludaron con efusión, no siendo por cierto la menos expansiva la enlutada Lolita. Después de cambiadas las primeras impresiones, observé que Luisa hacía señas a Asunción en ademán de pedirle algo, y que Asunción lo negaba, también por señas, pero con energía.
Nadie subía por ellas; todos los carruajes pasaban sin detenerse. De pronto, tuvo la sensación de que alguien se aproximaba á sus espaldas. Percibió un leve paso, y al volver la cabeza vió á una mujer enlutada. Todo lo olvidó: la larga espera, las dudas, la fatiga del interminable plantón, recobrando de golpe su regocijo de triunfador.
Tu alma puebla los desiertos, Y del Sud en la campaña Al lado de una cabaña Se eleva fúnebre cruz; Esa cruz, bajo de un tala Solitario, abandonado, Es un símbolo adorado En los campos del Tuyú. Allí duerme Santos Vega: De las hojas al arrullo Imitar quiere el murmullo De una fúnebre cancion. No hay pendiente de sus gajos Enlutada y mústia lira, Donde la brisa suspira Como un acento de amor.
Más sorprendido que complacido vio Morsamor la aparición de donna Olimpia de Belfiore, pues no era otra la dama enlutada que le saludó con tanto entusiasmo y cariño. Hermosa como siempre estaba donna Olimpia. El tiempo no imprimía la destructora huella en su rostro, en el cual se notaba mayor majestad que antes y honda tristeza. Donna Olimpia no había aparecido sola.
Y ya le oían impasibles, le brindaban protecciones quiméricas o se le reían en sus barbas. ¡Ya ve usted, se burlaban de aquello que me había costado mi fortuna, mi cerebro y mi juventud! Y cierra los ojillos grises y casi ciegos, tal vez para restañar una lágrima. Luego, una arrogante mujer enlutada, con aires de gran dama, que saluda con cierta gracia señorial.
Palabra del Dia
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