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Fatigóse en vano Sancho, porque su amo iba tan puesto en llegar a los ensabanados y en librar a la señora enlutada, que no oyó palabra; y, aunque la oyera, no volviera, si el rey se lo mandara.

Hélas aquí, pletóricas de esencia consagrada... Yo las pongo a tus plantas con mi lira enlutada, en el augusto nombre del rey universal... ¡No pierdas la esperanza! La muerte, en , no es muerte... ¡Es sólo una vereda que nos conduce al fuerte imperio donde irradia el Sol de lo inmortal...!

Ella lo hizo así, y mostró ser lo que jamás se pudiera pensar, porque descubrió el rostro de doña Rodríguez, la dueña de casa, y la otra enlutada era su hija, la burlada del hijo del labrador rico. Admiráronse todos aquellos que la conocían, y más los duques que ninguno; que, puesto que la tenían por boba y de buena pasta, no por tanto que viniese a hacer locuras.

Durante un momento permaneció indeciso en la puerta, buscando con la vista á María, y no vió más que á la señora de Freneuse enlutada y con el cabello blanco. Sus labios se conmovieron, sus ojos se pusieron húmedos y sin poder articular palabra, Cristián fué á arrodillarse con respeto filial ante aquella mártir. La anciana abrió los brazos y ambos confundieron por un instante sus lágrimas.

Su luz, los nombres dora De la urna funeraria, Donde enlutada llora La musa solitaria, Los mártires valientes Cuyas soberbias frentes Humeando sangre estan. Miradlos sobre el suelo Que hollamos con la planta, Mirad: en raudo velo Su espíritu levanta La célica bandera, Que ondear hace altanera La ráfaga veloz.

Sigue el buque francés su derrotero Impelido del soplo del Pampero Por el piélago azul. En tanto que el Corsario navegaba Y al divisar sus velas esclamaba «A los libres, saludUn negro bergantin pasó á lo lejos, Y de la mústia luna á los reflejos, Dijo, al ver su pendon: «Mirad, se llama de la mar señora «Esa bandera que enlutada llora «En el templo de Dios.

En el libro inmortal de nuestra historia Busco un nombre que guarda mi memoria Y tu filial amor, Y al encontrar la página enlutada La veo al mismo tiempo señalada Por una fresca y perfumada flor. Si faltase una hoja á tu corona Y colocarla fuese dado á , Sea ese lauro que á tus sienes falta La admiracion que te consagro á .

Débil y delicada como ella, la nieta, a quien la enlutada nodriza paseaba por el Corso bajo la vigilancia de la abuela, había vegetado algún tiempo y pasado a fuerza de cuidados y de precauciones las peligrosas etapas de la primera infancia para naufragar en el alba de la primera juventud, y con su virginal atavío de la primera comunión, la llevaron al lado de su madre, a la sombra de aquella vieja iglesia de Candore, adonde nunca había ido en vida.

Una señora enlutada salió entonces de la vecina hospedería, atravesó lentamente el prado y subió las escaleras que llevan al santuario. Era una mujer alta, joven aún, que parecía agobiada por el peso de una de esas inmensas desventuras que inclinan el cuerpo a la tierra, como buscando en ella el consuelo y la paz.

Pronto divisé un grupo de niñas de su misma edad que se aproximaba; en el centro venía una completamente enlutada, morenita, con grandes ojos negros y profundos que debía de ser la causante de los temores de Asunción. Luisa se levantó a recibirlas y echó una carrerita para cambiar con ellas buena partida de besos cuyo rumor llegó hasta mis oídos. Asunción no se movió.