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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Ya te irritas, querido mío dijo doña Ana . ¿Dudas acaso de que te amo? Me parece que quieres engañarme. ¿Y para qué te había de engañar? además de que te amo me sirves de mucho, hijo, para que yo piense no enajenarme de ti. Pero... ¿Pero qué? Espera.

Sólo me observó, sonriendo con tristeza: No puedes engañarme. ¿Para qué voy a darte mil nombres, malos y buenos, propicios y funestos, alegres y terribles, si mismo, no sabiendo cómo te llamas, no podrás advertirme cuando acierte o desacierte?... Hice yo un doloroso esfuerzo de memoria... Un largo y doloroso esfuerzo de memoria... Y no conseguía acordarme de mi nombre.

no eres hombre... no eres nada exclamó la joven con desprecio . A ella, a esa bribona es a quien yo quisiera arreglar. Si la cojo, no lo cuenta. ¡Infame, arrastrada, indecente, engañarme así! , mira bien si tienes derecho a tratarla de ese modo. ¡Pues no he de tener! Me ha quitado lo mío. Yo seré mala; pero ella lo es más, mucho más. Comprendo tu exaltación.

Luego sonrió con incredulidad. quieres engañarme. Piensas que esta mentira podrá contribuir a curar mi anemia. ¡Todo lo contrario! Si tu matrimonio de pacotilla fuera cierto, eso no haría sino empeorarme. Precisamente te llamé para impedir que te comprometieras con Muñoz. Fue inútil que Adriana insistiera en convencerla. Laura, cada vez más incrédula, seguía burlándose.

Tu vasalla soy, pero no tu esclava; ni tiene ni debe tener imperio la nobleza de tu sangre para deshonrar y tener en poco la humildad de la mía; y en tanto me estimo yo, villana y labradora, como , señor y caballero. Conmigo no han de ser de ningún efecto tus fuerzas, ni han de tener valor tus riquezas, ni tus palabras han de poder engañarme, ni tus suspiros y lágrimas enternecerme.

Lo que te suplico es, ¡oh fatal estrella mía!, que la mano que me pides y quieres darme no sea por cumplimiento, ni para engañarme de nuevo, sino que confieses y digas que, sin hacer fuerza a tu voluntad, me la entregas y me la das como a tu legítimo esposo; pues no es razón que en un trance como éste me engañes, ni uses de fingimientos con quien tantas verdades ha tratado contigo.

Para ella son el cornezuelo de centeno y la antiespasmódica. ¡Ah!, ¡cómo me río yo de estos imbéciles que creen que me engañan!... ¡Engañarme a , que estoy ahora más cuerdo que la misma cordura! ¡Dios mío, qué talento tengo! ¡Qué manera de discurrir!... ¡Estoy asombrado de mismo, y compadezco a mi tía, a Ballester, a todos los que hacen delante de esta comedia!

Después se arrepentía de haber dudado de mi constancia, y llorando me pedía que la perdonara. Mas a poco, cuando calmada por mis palabras y mis promesas sonreía dichosa, y en su pálido rostro irradiaba la alegría, tornaba a sus presentimientos: «No me engaño, no quiero engañarme.... Me da pena decírtelo, pero ya sabes que nada te oculto, que no quiero ocultarte nada.

Contrahecho desde que nací, ¿cómo pude engañarme con la idea de que los dones intelectuales podrían en la fantasía de una joven doncella arrojar un velo sobre las deformidades físicas? Los hombres me llaman sabio. Si los sabios fueran cuerdos en lo que les concierne, yo debería haber previsto todo esto.

Noté por el cambio que se produjo en su semblante, moreno, cuánto lo había alarmado mi pregunta. Ya no podía negar completamente su ignorancia, pero, no había duda, estaba buscando algún medio de engañarme. Sólo lo que me explicó de suyo respondió. Y no fue mucho, porque, como usted lo sabe, era un hombre muy reticente. Pero ¿por qué andaba vagando de esa manera por los caminos? le pregunté.

Palabra del Dia

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