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Actualizado: 4 de junio de 2025
Era una mujer muy suave y bondadosa que buscaba por temperamento todos los elementos más tristes y más serios de la vida para nutrir su espíritu, era la persona en quien se pensaba en Raveloe cada vez que había un enfermo o un muerto en una familia, cuando había que aplicar sanguijuelas y que no se podía conseguir una enfermera.
Cuando, empujada de nuevo hacia el mundo por esta resistencia, no sabía qué pensar de su porvenir y vivía como una enfermera junto al padre, ignorando cuál podría ser su suerte, volviendo la espalda a los jóvenes chuetas que mariposeaban en torno de ella atraídos por los millones de don Benito, presentábase el noble Febrer, como un príncipe de cuento de hadas, para hacerla su esposa. ¡Qué bueno es Dios!... Se veía en aquel palacio inmediato a la catedral, en el barrio de los nobles por cuyas estrechas calles de pavimento azul y silencioso pasan los canónigos durante las horas dormidas de la tarde, atraídos por la campana de coro.
La aflicción de Maxi exigía la mentira, y su mujer tuvo que decírsela... mentiras de esas que inspiran viva compasión al que las dice y consuelan poco al que las oye. Echábalas de sí como enfermera que administra la inútil medicina al agonizante. «Dímelo de otra manera y te creeré manifestó Rubín . Dilo con un poquito de calor, siquiera como me lo decías antes. Tú no sabes el daño que me haces.
Dormía al lado de la duquesa, y en sus largas noches de insomnio se asustaba algunas veces del sueño anhelante de la querida enfermera. «Cuando yo haya muerto, pensaba, mamá no tardará en seguirme. No estaremos mucho tiempo separadas; pero, ¿qué será de mi padre?»
LA ENFERMERA. ¿Qué duda cabe...? Si yo fuera la dueña, querría que todos los heridos viviesen en un sueño espléndido. ¡Que las enfermeras, sin excepción, fuesen lindas y cariñosas...! No prohibiría ni el tango ni el flirteo. Ponga usted aparte los atacados de altas fiebres. Los demás tienen un padecimiento terrible: el aburrimiento.
Y hablaban, precisamente, de la enfermera y de su belleza; uno y otro estaban de acuerdo en que tal belleza existía; pero Pomerantzev afirmaba que era una belleza de ángel, mientras que Petrov sostenía que era una belleza de demonio. Luego Petrov habló largamente, en voz baja, de sus enemigos. Tenía enemigos que habían jurado perderle.
El capitán Bretignières no podía estarse quieto un momento; daba agitados paseos por la casa y el jardín; por todas partes no se oía más que el paso ruidoso de su pierna de madera. El señor Stevens abandonó sus asuntos, su tribunal y sus costumbres. La señora de Vitré se convirtió en enfermera a las órdenes de la condesa.
París no recibía aún heridos de guerra; por orden del gobierno los enviaban desde el frente á los hospitales del Sur. Ya no oponía la resistencia de los primeros días á los deseos de Julio. Su aprendizaje de enfermera le daba cierta pasividad. Parecía despreciar las atracciones de la materia, despojándolas de la importancia espiritual que les había atribuído hasta poco antes.
LA ENFERMERA. ¡Está usted muy enterada para su edad...! ¡No importa...! Lave las escudillas, desinfecte el instrumental, dé vueltas a las vendas según está ordenado; pero no olvide usted que es mujer y que su ternura es la que cura todos los males.
Tal vez entendió que casarse con aquel viejo era consagrar su vida a cuidarle, a ser su enfermera, a dulcificar los últimos años de su vida, a no dejarle en soledad y abandono, cercado sólo de achaques y asistido por manos mercenarias, y a iluminar y dorar, por último, sus postrimerías con el rayo esplendente y suave de su hermosura y de su juventud, como ángel que toma forma humana.
Palabra del Dia
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