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Por la noche escondía la cabeza bajo las almohadas y las sábanas, de tal manera que se ahogaba; pero no se atrevía a sacarla, aunque la habitación estaba bien alumbrada y frente a la cama dormía una enfermera, a quien el doctor, en vista del estado inquietante de Petrov, había encargado de vigilarle toda la noche.

Miranda y Perico se retiraron a la del lado, a asearse, y tácitamente, sin discusión alguna, se resolvió que enferma y enfermera se quedasen juntas, y los dos hombres ocupasen, juntos también, la cámara próxima.

Supo el mal, y tomóla y aderezó una melecina, y haciendo llamar una vieja de setenta años, tía suya, que le servía de enfermera, dijo que nos echase sendas gaitas.

En el verano había sembrado una mata de sandías, y cuando estuvieron en sazón le regaló la más hermosa a la enfermera. Esta quiso dársela a la cocinera para que la sirviese en la mesa; pero Pomerantzev no lo permitió; la colocó él mismo sobre el velador, en la habitación de la enfermera, y acudía a cada momento a admirarla: le recordaba vagamente el globo terráqueo y le sugería grandes ideas.

Está triste por las pérdidas que sufre y por los recuerdos. ¡Aquella sobrina que era toda su familia!... Lubimoff sabe por el coronel que no ha heredado nada de ella. La enfermera gastó toda su fortuna en ambulancias y hospitales. Su título es lo único que corresponde á Lewis. Se cumplió su profecía: ya es el tercer lord Lewis, con el apodo de «el Inútil» que él mismo se ha dado.

Cuando acerqué mi silla a la cama de mi hermana para comenzar mis funciones de enfermera, la encontré dormida; pero ese no era el sueño que fortifica y prepara la convalecencia; era un sueño que pesaba sobre ella como una pesadilla y le cerraba por fuerza los párpados.

A propósito de esta enfermera tenía frecuentes disputas con el enfermo Petrov, que la juzgaba de una manera harto distinta. Petrov afirmaba que era, como por lo demás lo eran todas las mujeres, perversa, embustera, incapaz de un sincero amor. Después de hablar con alguien decía , se burla de él.

Sita, sola, se sienta en un rincón y mira en torno suyo. No conoce a nadie; una enfermera pasa y ve a esta joven, que parece estar en cuarentena. Como es una persona caritativa, se acerca y dirige la palabra a Sita. LA ENFERMERA. ¿Espera usted a alguien, señorita...? SITA. ¡...! Es decir... ¡no...! Vine con la señorita Vera. LA ENFERMERA. ¡Ah...! ¡Comprendido...! ¡Usted es la nueva...!

Su madre era una gran enfermera, y ella tenía buena voluntad; y cuando llegara el caso, si desgraciadamente llegaba, que no anduviéramos con miramientos que no pegaban bien entre vecinos amigos y hasta parientes.

Hizo Poldy cerca de ella el oficio de la más vigilante, devota y cariñosa enfermera; pero ni sus desvelos, ni sus fervientes oraciones, ni la docta asistencia de un sabio médico, amigo de la casa, fueron bastantes a retardar el cumplimiento de las inexorables leyes de la naturaleza que tenía marcado el término de aquella trabajada vida.