Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 4 de junio de 2025
Asustada, a punto de perder el juicio, la enfermera llamaba entonces por teléfono al doctor Chevirev, que se encontraba en el restorán Babilonia, donde acostumbraba a pasar las noches. El doctor poseía el don de tranquilizar a los enfermos sólo con su presencia.
Con esto, los dos hermanos salieron en triunfo del Sardinero para Francia y detuviéronse en Bayona, en el hotel de San Esteban, donde tuvimos la honra de conocerles. Vio el cielo abierto Perico cuando supo que Miranda y su mujer seguían a Vichy, y comprendió que Lucía era la persona más a propósito para relevarle en acompañar a Pilar, y aún para hacer de enfermera en caso de necesidad.
Usted tiene una filosofía práctica y una visión clara de la vida. ¡Pero querría preguntarle algo más...! LA ENFERMERA. ¡Pregunte...! SITA. Hay una persona que me parece representar en este asunto el papel de víctima; se trata de la buena condesa de los Charmes... LA ENFERMERA. ¿Por qué...? SITA. Ella cedió su palacio, ella corre con los gastos de la empresa y, sin embargo, nadie le hace caso.
Un herido que se enamora de su enfermera adopta en seguida la resolución de sanar; es dócil, se presta a todas las operaciones, no recrimina y piensa, mientras se le cura: «¡Es por ella...!» Sea usted coqueta y dulce. ¡Sea elegante...! ¡Perfúmese...! ¡Es necesario...! ¡Esto forma parte de sus deberes...! SITA. ¡No es así, señora, como se me presentaban mis funciones de enfermera...!
Tales palabras, y cuanto pasaba aquel día le hacían felicísimo; pero en lo profundo de su alma sentía una extraña inquietud, como si se hubiera olvidado de algo muy grave y no pudiera recordarlo, a pesar de todos sus esfuerzos. En su ir y venir incansable se detenía a veces y se rascaba, con aire preocupado, la frente. Con frecuencia le pedía órdenes a la enfermera.
Siempre que la enfermera subía al piso alto, permanecía largo rato en aquel aposento, contemplando, al través de la vidriera policroma, el paisaje conocidísimo, y, sin embargo, extraordinario, que se veía desde allí.
Mi familia ha terminado. ¡Tantos jóvenes que había en ella!... La vida es rara. Transcurre el tiempo sin que surjan sucesos extraordinarios, y de pronto, las horas valen meses, los días son años, y pasan en unos minutos cosas que en otras ocasiones necesitarían siglos. ¡Todos muertos! Sólo queda mi sobrina Mary, la enfermera.
Se refugió el príncipe en su casa. La enfermera llegaba indudablemente con un grupo de convalecientes ingleses, deseosa de corretear entre los árboles, de coger flores, y él se sentía falto de fuerzas para escuchar su parloteo de pájaro herido y alegre, aquel contento tenaz que se prolongaba, á través del dolor, hasta los umbrales de la muerte.
La baronesa de Montauron, en cuya casa vamos a penetrar, siguiendo los pasos de su sobrino el marqués de Pierrepont, era una mujer de mucho talento y gracia suma, pero sin corazón: había hallado, sin embargo, modo de crearse sólida reputación de alma generosa, recogiendo cierta joven huérfana, lejana pariente de su marido, la cual huérfana le servía de lectriz, de enfermera y aun un poco de doncella.
La anciana condesa disputó más de una vez a la señora de La Tour de Embleuse las fatigas y las molestias del estado de enfermera. Cada una de ellas quería encargarse de los cuidados más penosos y de esos servicios en que estalla la abnegación del sexo sublime. El viejo duque proporcionaba a su mujer un suplemento de preocupaciones sin el cual hubiera podido pasarse perfectamente.
Palabra del Dia
Otros Mirando