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Sus momentos de cólera eran teatrales y no duraban sino el tiempo de producir efecto. Se pasó la mano por la frente, sonrió y dijo: Por lo demás, señores, no se llama Jenny Hawkins, sino Juana Baud. He conocido mucho á su madre... La señora de Campistrón se enfadó y repuso con una acritud que impresionó á su altisonante esposo: ¡Mira!

Es cosa que no comprendo... ¡que algunos tengan tanto y otros tan poco!... Me enfado con papá cuando le oigo decir palabrotas contra los que quieren que se reparta por igual todo lo que hay en el mundo. ¿Cómo se llaman esos tipos, Pablo? Esos serán los socialistas, los comunistas replicó el joven sonriendo. Pues esa es mi gente.

Los domingos cuando bailábamos en tu casa o en la mía, me sacaba más veces que a las demás, pero no se atrevía a decirme nada... A pesar de eso, una vez bailando, como estaba triste y hablaba poco, le pregunté si estaba enfadado, y él me contestó: «Yo no me enfado con nadie, y mucho menos contigo». Yo me puse colorada... y él también... Todos los días por la tarde iba a esperarme a la salida del colegio; se estaba paseando por delante hasta que yo salía y después me seguía hasta casa...

Experimentó Ojeda con esto la primera satisfacción de toda la noche. ¡Muy bien! Así aprendería el viejo importuno a no creerse en plena intimidad. Además se imaginó, con un optimismo inexplicable, que esta negativa era a causa de él. Tal vez Maud deseaba igualmente una entrevista, al desvanecerse su enfado inexplicable. ¡Quién sabe!...

Y con esto, lector amable, quédate a Dios, y perdóname si te causé enfado o tedio con la lectura de mi prólogo. Madrid, 2 de junio de 1918. DEDICATORIA DE V

A lo que me respondió con bastante enfado; que él sabia lo que debia de hacer: por lo que, no pudiéndolo persuadir, busqué caballo y me vine al Fuerte de Ledesma, que dista 30 leguas del de Centa.

Es porque lo eres respondió ella aplacándosela varias veces con pasión, le dijo riendo: No lo creas; no soy de tan buena pasta como te figuras... Cuando me enfado, es de veras... ¡Bah... allá una vez; cada año! Además... por lo mismo que yo soy así, debieran gustarme las mujeres suaves y tranquilas. Estás equivocado; siempre se busca lo contrario.

¡Si no me enfado, hija mía! replicó don Alejandro dulcificando el tono de sus palabras y la expresión de su semblante , lo que se llama propiamente enfadarme... ni siquiera te pido que te alborotes de alegría; y me conformo con mucho menos: con que no te causen disgusto estas noticias.

No, señora: nosotras no tenemos ninguna, hija contestó con mucho enfado María de la Paz: es una mozuela, una loca que admitimos aquí por compasión, esperando que se corrigiera; pero ... ya me lo sospechaba yo. ¡Qué alhaja! ¿Ves lo que yo decía? Dios mío, ¿para qué admitimos aquí á semejante mujerzuela? Señora manifestó Salomé, oprimiéndose el estómago y rehaciéndose de su vahído.

Cuando don Bernardino escuchó aquello de Jacintito y de los cincuenta mil nacionales entrampados, se enfadó, muy lastimado de que fueran a cobrarle cuentas de su hijo, joven mayor de edad, socio de una respetable casa de comercio, que marchaba sin andadores, porque no le hacían falta.