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Actualizado: 26 de junio de 2025


Y enderezó los pasos hacia el gabinete que le servía de habitación, desde que el Duque ocupaba el piso segundo. Al pasar por delante del corredor, no reparó en doña Paula, que estaba cerca de la puerta, y se inmutó al ver la expresión extraña de su fisonomía. Venturita estaba delante del espejo.

Como éste ya no tenía coche, se fueron a casa del brigadier, y mandó enganchar el tílbury, y subiéndose a él y poniendo al sobrino a su lado, empuñó con muy gentil disposición las riendas, y enderezó los pasos del caballo hacia la Casa de Campo.

Y satisfecha de este caritativo deseo, se removió en el asiento, enderezó la sombrilla, y quedó inmóvil, con los morros apretados, fingiendo no ver ni oír al Ingeniero y sus parientes. El chamarilero, sentado en el sillón, aconsejaba a su sobrino dónde debía hacer las compras. La tienda de la Ribera de Curtidores era ahora de sus hijos; se la había traspasado para quedar en completa libertad.

Volvió Fuertes a machacar sobre el mismo yunque, y nada: Leto sin resollar. Al cabo se enderezó y dijo: Eso que a usted se le ocurre es algo; pero no todo ni la mitad siquiera; y apurándolo, un poco, nada. ¡Nada?

Al cruzar el puente de San Martín, una tapada se le interpuso en el camino y con gracioso ademán abrió y cerró súbitamente su velo, enseñándole el rostro. Fue como un relámpago. Sin embargo, Ramiro reconoció al instante los ojos de Casilda, y en vez de detenerse, terciose la capa y enderezó a toda prisa hacia la otra ribera.

Parece que por fin el gitano se cansó de tantas injurias. Enderezó altivamente la cabeza, y dijo con voz sonora: Señor Pérez, ¡es usted poco caritativo! ¿Quién ha dicho mi nombre a ese miserable? preguntó el hombre, pálido, confuso y extrañado.

Y, en seguida, abandonando todo fingimiento gritó: ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Has permitido la espantosa desgracia! ¡La has dejado de tu mano! Y poco le faltó para dejar correr sus lágrimas; pero, reuniendo toda la energía que quedaba en su cuerpo gastado, se enderezó recto como una I: Venid al cuarto de Olga dijo, y no os asustéis, cualquiera que sea el estado en que la encontréis.

Despidióse al fin de aquella gente y enderezó su viaje hacia la Reducción de San Francisco Xavier, donde por Enero del año 1708, después de cinco meses no menos de méritos para mismo por los trabajos y afanes tolerados, que útiles al cielo, por la conquista de tantas almas, llegó deshecho y consumido de las fatigas de sus apostólicos ministerios, para recobrarse y tomar aliento, no tanto en el cuerpo, de que cuidaba poco, cuanto en el espíritu para poder volver en abriendo el tiempo, á fundar una nueva Reducción en los países descubiertos.

Conociolo bien pronto doña Ramona, y enderezó a la otra estas palabras, acompañadas de dos saetazos por encima de sus anteojos: Yo no estorbo aquí, señora; téngalo usted entendido. Entre mi marido y yo, como no hay pecados, tampoco hay secretos. Somos un alma en dos cuerpos, por la gracia de Dios.

Poco después ambos se retiraron a sus cuartos. El cura le dijo: Puedes dormir a pierna suelta, Andrés. Yo me encargo de llamarte a la hora. En vez de hacer lo que su tío le encargaba, salió sigilosamente de casa cuando presumió que todos estaban dormidos, y enderezó los pasos hacia el Molino.

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