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Actualizado: 14 de julio de 2025
Esta es la casa abandonada de que nos habló: adelante, todo derecho. Tres horas de fatiga y estamos en salvo... por ahora. El que así habló era un muchacho alto, moreno, nervudo y fuerte, con tipo de castellano viejo. Tenía los pies doloridos y andaba penosamente. Pateta estaba desconocido. El gatera madrileño, de aspecto endeble, se había robustecido con el aire del campo.
Pilar prefería el manantial intermitente que le proporcionaba las emociones de que era tan ávido su endeble organismo. Llegábase al manantial por un ameno sendero; ya desde el puente se cogía bella perspectiva.
¡Sí, Amaury, lo sé! dijo la joven, exhalando un gozoso suspiro de esos que parecen aliviar un corazón oprimido. Al verme así tan endeble, me parece que únicamente tu amor me da la vida. ¡Qué singular es lo que me pasa, Amaury! Viéndote a mi lado, respiro mejor y me siento más fuerte.
Alguna vez su espíritu supersticioso llegaba a imaginar si un demonio tentador habría venido a alojar en el cuerpecito endeble de aquella valenciana. Después de anunciar tres o cuatro veces que se marchaba, sin llevarlo a cabo por impedírselo ella, viéndose al cabo libre de sus brazos, se levantó de la butaca. La despedida fue larga como siempre.
Muy léjos están ellos de tener esa estructura herculánea, esa bizarra corpulencia de los otros indígenas; y si bien sus espaldas son bastante anchas, el resto de su cuerpo, flaco y endeble, parece estar revelando la falta de fuerzas.
Entre usted, tiíta Silda, así me ayudará a atar la corbata. Era él delgaducho y endeble, rubito y anémico, los ojos azules, muy grandes y muy abiertos, ojos de tonto o de inocente, como angelote de retablo; estatura, menos que regular; señas particulares, ninguna... al parecer.
Hablando con él una mañana de aquellos días tan crudos, y solos los dos en la cocina, que era su ordinario paradero entonces, yo animándole como podía y él conociendo la endeble calidad de mis estimulantes, acabó por decirme: No te canses, Marcelo: este ujano que me roe es más fuerte que tú y yo juntos, por grandes que sean tus cuidados y por dura que haya sido mi correa.
Al principio no oyó más que el crujir de los hierros de la cama del clérigo, que era muy mala y endeble, y en cuanto se movía el desgraciado ocupador de ella volvíase toda una pura música, la que unida al ruido de los muelles del colchón veterano, hubiera quitado el sueño a todo hombre que no fuese Nicolás Rubín. Después oyó doña Lupe la voz de Maxi, opaca, pero entera y firme.
El lecho, que era un poco endeble y de no firmes fundamentos, no pudiendo sufrir la añadidura del arriero, dio consigo en el suelo, a cuyo gran ruido despertó el ventero, y luego imaginó que debían de ser pendencias de Maritornes, porque, habiéndola llamado a voces, no respondía. Con esta sospecha se levantó, y, encendiendo un candil, se fue hacia donde había sentido la pelaza.
Más que guerrero, aparentaba ser hombre de estudio, y su frente, que sin duda encerraba altos y delicados pensamientos, no parecía la más propia para arrostrar los horrores de una batalla. Su endeble constitución, que sin duda contenía un espíritu privilegiado, parecía destinada a sucumbir conmovida al primer choque.
Palabra del Dia
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