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Actualizado: 14 de junio de 2025


La pobre anciana parecía irse consumiendo como haz de leña seca y menuda, abrasada por un fuego invisible. Su cuerpo endeble, pequeñuelo, e inmóvil, apenas formaba bulto bajo las ropas del lecho; la respiración era tan débil que casi no hubiera empañado la superficie de un espejo. Marcelo continuaba orando.

Aborrecía lo que D. Félix amaba, esto es, el campo, el trato de los paisanos, los placeres y los alimentos rústicos; amaba lo que él aborrecía; á saber, la vida de ciudad, el boato, la etiqueta. Por esta razón y por lo endeble y vacilante de su salud pasaba sólo cortas temporadas en Entralgo.

Mas no se crea que sólo a lo cómico y alegre se inclina la musa del autor, aun en este libro, el más endeble de los suyos. Testimonio son de que sabe hablar en veras y herir al alma, además de alguno de los capítulos antes citados, los que terminan la última jornada, sobre todo el intitulado La vanguardia de la muerte, donde lo fácil se hermana con lo bien y hondamente sentido.

Ana era remilgada, endeble como un junco, y jamás podrían sus descarnadas manos, forzudas sólo en los momentos de excitación nerviosa, levantar ni una peladilla de arroyo algo grande; en cuanto a Guardiana, se creía obligada a permanecer allí, puesto que al fin el tumulto era «cosa de la Fábrica»; pero desaprobándolo, porque indudablemente, de todo aquello iban a resultar «desgracias».

Le seguía en edad la joven Narcisa, una muchacha de veinticinco años, ojizarca y endeble, melindrosa y no mal parecida. Ella era, en ausencia de Fernando, el mimo de la casa, el centro adonde convergían todas las atenciones y de donde partían todos los designios. Doña Rebeca, con hacer honor a su nombre, había sido toda sumisión y desvelo para malcriar a su hija.

Era cierto: la misma constitución endeble de Pilar, ofreciendo menos campo al mal, retrasaba la crisis funesta de su padecimiento; y así como el huracán, que desgaja encinas, sólo encorva las cañas, la tisis entraba con ímpetu menor en aquel cuerpo linfático, que lo hiciera en uno sanguíneo y pujante.

Fortunata le miraba y, francamente, no podía acostumbrarse a aquella nariz chafada, a aquella boca tan sin gracia, al endeble cuerpo que parecía se iba a deshacer de un soplo. ¡Que siempre se enamoraran de ella tipos así! Obligada a disimular y a hacer ciertos papeles, aunque en verdad no los hacía muy bien, siguió la conversación en aquel terreno.

¡Aguanta, Simón! dijeron los arqueos en coro, con gran risa. Dejadla en paz, camaradas, dijo Tristán, que ha sido siempre buena madre y lo que la desespera es que yo he hecho mi santa voluntad toda la vida, en lugar de trabajar como un forzado con los leñadores de Horla. Ya es hora de decirnos adiós, madre, continuó, levantando á la endeble mujer como una pluma y besándola cariñosamente.

Los sitiados los rechazaron tambien con felicidad por todas partes, sin embargo de haberse empeñado mas particularmente contra la citada trinchera que defendia Cáceres, situada á las espaldas de la iglesia de San Juan, considerándola con fundamento mas endeble que las otras, porque la escasez de tiempo, y el cansancio de la guarnicion, no habia permitido repararla completamente.

La gimnasia, la esgrima, la equitación, la caza, debían haber endurecido aquel organismo que la Naturaleza hiciera endeble, enteco casi. La estatura era corta; los miembros delicados y femeniles; pero la musculatura, de acero.

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