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Actualizado: 23 de julio de 2025
Para Edwin Gillespie la única realidad era miss Margaret, y los días que no la veía, aunque sólo fuese por unos momentos, se imaginaba que el cielo era otro y que se desarrollaban en su inmensidad tremendos cataclismos de los que no podían enterarse los demás mortales. Toda una primavera se encontraron en los tés de los hoteles elegantes de Nueva York.
Pero cuando sonaron las Ave-Marías de las tres, levantáronse todos, aliñáronse, y habiendo avisado doña Guiomar que los esperaba en un sombroso cenador del jardín, allá se fueron, y a doña Guiomar encontraron sentada en unos cogines, bajo la sombra de las tupidas enredaderas, de las zarzas rosas y de los jazmines que el cenador cerraban, dejándole en aquella hora, que era la del gran calor, en una media luz y con tal frescura, que allí no se conocía que fuese verano y en el punto más caloroso.
Otros dos invitados se encontraron frente á la casa: Robledo y Pirovani.
Pero tan franco, tan claro era el ofrecimiento, que ni aun con la mala fe de que ellos eran capaces encontraron en el primer cuarto de hora una sola objeción que hacer al generoso forastero.
Los fáciles triunfos con mujeres deslumbradas por el éxito le hacían creer en el encanto irresistible de su persona. Podía ser que doña Sol, al verle tras larga ausencia... ¡quién sabe!... La primera vez que se encontraron a solas así fue.
Al extremo de ellos había una compuerta que el Padre Ambrosio levantó con facilidad. Ambos se encontraron entonces en un espacioso camaranchón, lleno de extraños objetos que provocaron la admiración y el asombro y despertaron la curiosidad de Fray Miguel de Zuheros.
No había pasado un cuarto de hora cuando los dos muchachos se encontraron con su padre en la sala grande de La Piña; era aquélla una habitación baja de techo, que tenía una estufa de hierro pintada de color plomo, con el suelo terrizo y unas largas mesas de pino perfectamente limpias con cola de caballo.
De pronto todos se encontraron de pie, pero en muchos, los acentos de un verdadero dolor habían reemplazado a los gritos de temor o de sorpresa. He aquí por qué: El desgraciado barbero Flores, situado en la parte más baja del circo, se encontró entre el número de los que soportaban todo el peso de la multitud.
En el patio mismo se probó la levita; le hicieron dar con ella cuatro o cinco paseos, y ambas mujeres encontraron que con la levita estaba don Paco muy airoso; y eso que no se veía todo el efecto, porque no había traído la gabina, sino el hongo, como de costumbre, y la levita y el hongo no armonizan bien.
El médico que Soldevilla había traído, encerrado durante el lance en una sala por no presenciarlo, reconoció minuciosamente las fracturas y contusiones del herido. Declaró, desde luego, su estado muy grave. Peña y don Rudesindo, encontraron a Gonzalo dentro del coche llorando desesperado. ¡Soy un bruto! les dijo. ¡Un bárbaro! ¡Qué pensarán ustedes de mí! He cometido una acción bochornosa.
Palabra del Dia
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