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Actualizado: 23 de julio de 2025


No era el de todas las noches: también él olía a chufas, y varias veces sus ojos, apartándose de la masa, se encontraron con la mirada bizca y socarrona del tirano. De él podía decir cuanto quisiera: estaba acostumbrado; ¿pero hablar de su novia?... ¡Cristo!... El trabajo resultaba aquella noche más lento y fatigoso.

Tres días después unos pescadores encontraron en las playas de Bocanegra el cuerpo del infortunado Fortunato. Su padre, el conde de Pozosdulces, y su jefe, el marqués de Salinas, recelando que el joven hubiera sido víctima de algún enemigo, hicieron aprehender a un individuo sobre el que recaían no sabemos qué sospechas de mala voluntad para con el difunto.

Al poco tiempo, no satisfecho de la vida del mar ó deseoso de mayor medro, se quedó en Londres, entrando como empleado en una casa vizcaína. Su madre murió de repente. La encontraron tendida de bruces, sobre un surco de aquella tierra gredosa que cultivaba desde la niñez, y que su marido no podía hacerla abandonar.

Al dia siguiente de su llegada á Tortosa, volvieron los judíos al palacio de Benito, i en él se encontraron con la sala, diputada para la asamblea, llena de personas de grande autoridad i linaje. Sesenta sillas eran ocupadas por cardenales, obispos i otros prelados.

Pasó mucho tiempo, sin que ellos mismos pudieran precisar el número de años transcurridos: porque las esperanzas y fatigas les hicieron perder la cuenta, hasta que una mañana, cuando menos lo esperaban, al dar vuelta a un recodo, se encontraron casi simultáneamente en la esplanada que rodeaba el alcázar dónde vivía la dama de sus pensamientos.

Sola dio punto a las meditaciones para atender a los diversos menesteres de aquella hora, y cuando D. Benigno y ella se encontraron solos, el héroe no pudo menos de preguntarle por qué había en sus ojos huellas de lágrimas, siendo las circunstancias más bien propicias que adversas.

Pues en la mayor parte los curas actuales han seguido la costumbre que encontraron, según la practicaban los mismos indios, a excepción de tal cual cosa de poca consideración que han alterado; y si tenían alguna otra particularidad, la ignoro.

Luego desapareció, siguiendo a los Lowe y a Munster, que la invitaban a continuar el bridge. A la caída de la tarde se encontraron Ojeda y Mina en la última toldilla, sobre la cubierta de los botes. Ella quería ver a su lado la puesta del sol. Desde la línea equinoccial a las costas del Brasil, eran los atardeceres más hermosos de todo el viaje.

Salió, pues, confiado del corredor, pero al pasar por el vestíbulo salía el anciano poeta del guardarropa donde acababa de ponerse el abrigo. Se encontraron de frente. Tristán tuvo un instante de vacilación. Al cabo bajó los ojos y trató de ganar la puerta sin saludar. Rojas no le dejó: Buenas noches, Aldama. ¿Por qué no quiere usted saludarme? ¿Teme usted los reproches de su víctima?

Cuando la enterraron, los curiosos que fueron a verla ¡esto que es inaudito y raro! la encontraron casi bonita; al menos así lo decían. Fue la única vez que recibió adulaciones. Los funerales se celebraron con pompa, y los clérigos de Villamojada abrieron tamaña boca al ver que se les daba dinero por echar responsos a la hija de la Canela.

Palabra del Dia

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