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Actualizado: 17 de junio de 2025


Que vengan, que vengan a buscarte aquí. Como cierva herida a traición por una saeta, brincó Lucía al sonido de aquellas palabras, y abriendo los ojos y pasándose la mano por la frente, quedose de pie ante Artegui, mirando a todos lados, encendidas por súbito rubor las mejillas y clara ya la mirada y el entendimiento.

El marqués paróse delante de ella, agitadas las manos por un ligero temblor, encendidas la frente y las mejillas, porque la cólera había acabado por trastornarlo, y siempre balbuciente ensayó formular una disculpa.

Tres veces sonó la campana mientras él estaba allí, inmovilizado por el abatimiento, y otras tantas contestó desde lo alto del trinquete el baladro del serviola anunciando que las luces de posición seguían encendidas. Un oficial paseaba por el puente con la espalda algo encorvada y las manos en los bolsillos, deteniéndose a cada vuelta para sondear con sus ojos la obscuridad.

Esta es la razon de por qué está indicada en la peritonitis, en su período de exudacion, con calosfríos cuando el enfermo se destapa, sudores muy abundantes y que no alivian, estado nervioso grave, caracterizado por el calor ardiente y la sequedad de la boca, la lengua de un blanco sucio, hendida y negruzca, las mejillas encendidas, delirio, debilidad estrema.

Hablaba atropellándose, con las mejillas encendidas, vibrando por los ojos rayos de ira, agitando las manos temblorosas, moviendo todo su esbelto cuerpo como si estuviera sujeto a una fuerte corriente eléctrica. El P. Gil la contemplaba estupefacto.

Las ocho parejas, formadas como escuadron en columna, iban dando la vuelta á la hoguera, cogidos de una mano, hombre y mujer, sin sombrero, llevando cada cual dos velas encendidas en la otra mano, y siguiendo todos el compas con los piés, los brazos y todo el cuerpo, con movimientos de una voluptuosidad, de una lubricidad cínica cuya descripcion ni quiero ni debo hacer.

El sábado, a la caída de la tarde, era la gran fiesta en el navío. Rezábase la salve «y otras prosas», como decía Colón en su diario. Se improvisaba un altar con imágenes y velas encendidas, reuniéndose ante él tripulantes y pasajeros. ¿Somos aquí todos? preguntaba el maestre. Dios sea con nosotros respondía a coro la gente.

Adornaron el cuarto de la enferma de blanco, lo cubrieron de sobrecamas y trajeron flores y estampas religiosas. En el momento de darle el Viático había unas mujeres en el pasillo del caserío con velas encendidas. La Shele era muy cariñosa, y sin duda de verse mimada en aquel trance, se encontraba alegre y sonriente. Por la mañana murió la pobrecilla.

Y él tan serio, con las mejillas encendidas por la vergüenza infantil, que tan fácilmente se resuelve en descaro. «A cuenta que no es corto de genio; pero se espanta de las personas finas» dijo Izquierdo empujándole hasta que Jacinta pudo cogerle.

El mancebo, con su bigote blondo, su pelo rubio, su tez delicada y sanguínea, el brillo de sus galones que detenían los últimos fulgores del astro, parecía de oro; y la muchacha, morena, de rojos labios, con su pañuelo de seda carmesí, y las olas encendidas que servían de marco a su figura, semejaba hecha de fuego.

Palabra del Dia

rigoleto

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