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Actualizado: 25 de julio de 2025


Pero Carrascosa empujó la puerta, y la hubiera abierto á no impedírselo por dentro la asustadiza y honesta dama, que dejó el afeite y se ciñó el vestido rápidamente para acudir á defender la plaza. Leoncia, Leoncia, mira que soy yo, tu Gil. Don Gil, don Gil, no sea usted pesado. Siempre viene usted cuando está una arreglándose. Espere usted. Pase á la cocina, que tengo que hablarle.

Métete ahí ordenó imperiosamente, mientras reparaba el desorden de sus ropas ligeras. Vacilaba él, no pudiendo adivinar el lugar señalado. ¿Dónde quería que se escondiese en aquella pieza tan pequeña?... Pero la muchacha le empujó rudamente, mientras seguían los repiqueteos en la puerta y las voces temblonas y amenazantes.

En vez de seguir el mismo camino y pasar á Entralgo por el puente del campo de la Bolera, Demetria bajó al río, lo atravesó por unas grandes piedras pasaderas que debajo de Cerezangos hay y siguió la margen derecha hasta dar pronto en la iglesia de Entralgo. Empujó con mano trémula la puerta y entró. Se hallaba el templo solitario en aquella hora.

Jugaba pensando en él; el dinero era para él; ¡pero el amor!... Parece imposible que haya podido hacer todo eso mientras mi hijo estaba prisionero y yo carecía de noticias. ¿Qué fuerza demoniaca me empujó?... Y Dios me ha castigado; y si no es Dios, el que sea: la fatalidad, un poder misterioso que nos hace expiar nuestras faltas, llámese como se llame.

Severiana casi no les oía, porque la cocina estaba lejos; pero la pequeñuela, a quien despertaron los gritos y la novedad del no acostumbrado lecho, se tiró de la cama, atravesó a gatas un pasillo, entró en el gabinete donde estaba el Niño Jesús, débilmente alumbrado por la lamparilla, contemplole un instante como si fuese un muñeco, y luego, atraída por la claridad a que dejaban paso las rendijas y junturas, empujó suavemente la puerta del comedor, y destacando sobre el fondo oscuro del gabinete, apareció iluminada por el intenso resplandor de las luces que alumbraban la cena.

Empujó las hojas y hallose en una gran pieza lóbrega a la sazón, que no era sino el comedor, y por tener cubiertos los muros de una imitación del antiguo cuero cordobés, parecía harto más sombría, ayudando a ello los altos aparadores de roble esculpido, y sitiales de lo mismo.

La bella esposa del anfitrión no se cansaba de decir y hacer travesuras, de tal modo que el regocijo no decaía un instante. Mas ¡ay! aquella nube sombría, temerosa, que había cruzado sobre la mesa no mucho antes, el viento de la fatalidad la empujó de nuevo hacia ella. El helado que sirvieron al terminar la comida era de avellana. A Elena no le gustaba el helado de avellana.

La gente se empujó con la rudeza de una muchedumbre que huye de un incendio. En el espacio reservado para ocho personas se instalaron catorce; los pasillos se obstruyeron para siempre con montones de maletas, que servían de asiento á nuevos viajeros. Habían desaparecido las distancias sociales.

Yo soy responsable... ¡Importa muchísimo, por el contrario, y creo que no necesito explicarle a usted la diferencia!... ¿Usted confiesa haberla empujado al suicidio, no haberla muerto materialmente? ¿Cómo, por qué la empujó usted al suicidio? Porque yo era indigno de ella. Porque la ofendí. ¿No la amaba usted ya? No la amaba. ¿Y sin embargo la llora usted? Efectivamente, en su voz había lágrimas.

La muchacha intentó detenerse. ¿Adónde iban por allí? Pero Isidro la empujó con dulzura. Echa para adelante; vienes conmigo, que te respeto y soy un caballero. No vamos a pasearnos por una calle donde tantos nos conocen: nos sería imposible hablar. Siguieron un camino entre los sembrados, ennegrecido por la carbonilla de una fábrica cercana. Feli continuó el joven , era preciso que hablásemos.

Palabra del Dia

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