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Actualizado: 19 de noviembre de 2025
«Ustedes dirán lo que quieran... pero yo... Es que no se fijan bien... Y en último caso, vamos a ver, ¿me negarán que es monísimo?». ¡Ah!, eso no... y que tiene que ser un gran pillete. Tiene a quien salir. Su padre fue primero empleado en el gas; después punto figurado en la casa de juego del pulpitillo. ¡Punto figurado! ¿Y qué es eso?
Un solo empleado trabajaba: un hombre de edad incierta, con cara pueril y bigote recortado. Su gesto obsequioso y sonriente contrastaba con su mirada fugitiva; una mirada de alarma y desconfianza. Al ver á Freya se levantó de su asiento. Esta le saludó llamándole Karl, y pasó adelante, como si fuese un simple portero.
El miedo de ofender a las mujeres no permitía a los combatientes herir con el acierto que hubieran empleado a medirse cuerpo a cuerpo y en campo raso.
Bien se les alcanzaba a entrambos, marido y mujer, que los especialistas célebres tienen siempre en cuenta, al pedir sus honorarios, la fortuna del enfermo. A un rico, a un potentado le abren en canal, eso sí; pero cuando se trata de un triste empleado o de cualquier persona de humilde posición, se humanizan y saben adaptarse a la realidad.
Yo he sabido hace poco que estabas en Madrid. Si antes lo hubiera sabido hubiera ido a verte a tu casa. ¿Y quién me conoce? ¿Quién ha podido hablarte de mí? Mi marido es un pobre empleado... Será lo que dices; pero su inteligencia y su laboriosidad tienen encantado al Ministro y lleno de envidia a todo el personal de la Secretaría. El Ministro no hace más que hablar de tu marido.
Ya se lo he dicho... Casi he empleado las mismas palabras, señora... Pero si viera usted... Hállase hoy en un estado de apatía y tristeza que no me hace maldita gracia. No hay medio de sacarle una respuesta a nada de lo que se le dice.
El empleado se retira con toda cachaza, y va a ocupar su asiento; la señora sale de la oficina con una rapidez de huracán, gesticulando y tartamudeando improperios contra el gobierno y los empleados, y, todavía, al toparse conmigo, me da un encontrón, y como un relámpago alcanza al cabo Pérez que, siguiendo sus paseos coquetos e inofensivos, ignora lo sucedido y le azota con esta frase, cuyo final va a perderse allá en los vericuetos del zaguán que da salida a la escalera, frente al despacho presidencial: ¡Ladrones!... ¡Permita Dios que venga el cólera y acabe con todos! ¡Fariseos!... ¡Asesinos!
Cuando hayáis resuelto, pondré tanta energía en apoyaros como reserva he empleado en daros consejos. Ahora, os dejo. Os amáis; defended vuestra dicha. Herminia y Mauricio quedaron solos y se miraron un instante sin hablar.
Para que se comprendan perfectamente las tribulaciones de la vida de un empleado del Gobierno, es preciso considerarlo en los primeros tiempos de la Administración de un Presidente que pertenece á un partido político distinto del suyo.
El había empleado otras veces con mucho éxito procedimientos parecidos. Además, Lázaro le había parecido algo brusco, poco amable, poco digno de ser amado, poco interesante." Sí contestó Clara, le quiero. Se lo juro á usted, que dice que me tiene amistad. ¿Y le quiere usted mucho? Mucho. Vaya, ahora se puede usted marchar. El militar se quedó muy pensativo.
Palabra del Dia
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