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Actualizado: 5 de julio de 2025
Temía hablar, señora marquesa; pero al fin me decido, y ¡allá va!... Este marco es indigno de su hermosura y su elegancia. Y el contratista abarcó con una mirada de desprecio la habitación y todos sus muebles. Si usted quiere, desde mañana puede instalarse en mi casa. Suya es. Yo me alojaré en la vivienda de uno de mis empleados. No mostró Elena gran asombro.
Con igual aprovechamiento, mayor si cabe, cursó el joven los años de la facultad y ya desde el tercero empezó á curar con mucha suerte, cosa que no solo le preparaba un brillante porvenir sino que tambien le producía bastante para vestirse hasta con cierta elegancia y hacer algunas economías.
Si como artista y hombre científico le habia cobrado afecto el Sultan, que se pasaba las horas muertas oyéndole referir anécdotas é historias, no era menos agasajado y querido entre los nobles y potentados de la corte por la elegancia de sus costumbres y la amena novedad de sus traeres.
D. José Joaquín Domínguez, magistral, a lo que entiendo, de la santa iglesia catedral de Guadix, todo cuanto llevo contado en cifra está primorosamente contado por extenso, con rara y castiza elegancia de estilo, con espontánea naturalidad y con tal viveza y con tal riqueza de colorido que acreditan de excelente e inspirado escritor a quien lo hace, demostrando además que pinta lo que ha visto, que lo toma del natural y que siente y ama y refleja en su alma toda aquella hermosura, no ya sólo como en fiel espejo, sino adornada, glorificada e iluminada asimismo por ideales resplandores.
«¡A estas horas! ¡Las once de la mañana! ¡Qué elegancia! ¡qué distinción!» pensaban los dependientes a quienes el hado adverso obligaba a levantarse de la cama a las seis todos los días.
Porque Quilito, un Vargas, no podía andar vestido de cualquier manera, sino como correspondía a su origen, y a sus relaciones y a su porvenir. Que en la chimenea faltara leña y carne en el puchero; pero la camisa de Quilito, el sombrero de Quilito, las botas de Quilito y el traje de Quilito, habían de ser de la más irreprochable elegancia y novedad.
Los años habían arrancado a su rostro aquel tinte afeminado y poético de que hemos hecho mención y se lo habían dado más varonil, trasformándolo en un hombre hermoso y distinguido; gastaba largos bigotes, donde brillaba ya tal cual hebra de plata; vestía con refinada elegancia y continuaba sonriendo con dulzura a cuanto le decían.
Pero á continuación la declaraba igualmente la mujer más distinguida de á bordo; distinguida para el Océano, elegante á estilo de Munich, con vestidos de colores indefinibles que hacían recordar el arte persa y las viñetas de los manuscritos medioevales. El marido admiraba la elegancia de Berta, lamentando en secreto su esterilidad casi como un delito de alta traición.
Varias muchachas de bélica elegancia, llevando sobre sus cortas melenas el casquete alado, hacían caracolear sus caballos entre las de estos guerreros inferiores, dándoles órdenes con un laconismo de jefes. La doctora volvió á interrumpir las reflexiones del prisionero. Antes de que emprendamos la marcha á la capital, creo oportuno que tome usted un ligero refrigerio.
Todas las cosas pertenecientes a la señorita Nancy eran de una limpieza y de una pureza delicadas: ni un solo pliegue dejaba de tener su razón de ser; ni la más pequeña pieza de sus ropas carecía de la blancura que se supondría debía tener; hasta los alfileres de su almohadilla estaban clavados según un modelo de que tenía la prolijidad de no apartarse; y, en cuanto a su misma persona, daba la idea de una elegancia tan invariable y exquisita como la de un pequeño pájaro.
Palabra del Dia
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