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Sus novelas son de una gran intensidad dramática aun cuando conservan en sus lineamientos una elegancia impecable, algo de aristocrático en la concepción y en la forma, que se revela en todas sus páginas y que caracterizan al joven escritor de una manera feliz.

Mi vanidad me engañó y por eso me casé con Beatriz; feo yo y ella hermosa; viejo, y ella joven; pobre, y ella con todos los instintos y las inclinaciones a la elegancia, al lujo y a brillar en el mundo.

Vestía con pulcritud, sin alardes de elegancia; fumaba sin tasa buenos puros, y comía y bebía todo lo que demandaba el sostenimiento de tan fuerte osamenta y de musculatura tan recia. Enormes pies y manos correspondían a su corpulencia.

La puerta, al abrirse, le hizo volver la cabeza. Clementina, majestuosa y soberbia estaba delante de él. Ambos se examinaron en silencio durante unos instantes. Ella le encontró bien con su cabello blanco y rizado que servía de apropiado marco á una cara llena y sonrosada. Tenía, como siempre, hermosa presencia y su elegancia era propia de su edad.

En usted, señorita, he encontrado el ideal de la mujer soñada por todo hombre deseoso de ver reunidos el encanto, la inteligencia, la belleza y la elegancia. Usted es la más seductora, la más... ¡Basta, por favor! no prosiga en su enumeración... Vea que me río para no mostrar mi confusión, mi...

Levantóse este de muy mal humor, vistióse muy despacio con su elegancia acostumbrada, almorzó parcamente y sin apetito, y marchóse luego al Veloz, dejando a Damián la orden de llevarle allí al momento cualquiera carta o recado que para él llegase.

En España nadie había pensado en traducirla hasta que el entendido arabista D. Francisco Pons, muerto por desgracia en la flor de su edad, devolvió esta joya a la tierra en que se había criado, trasladándola con gran primor, fidelidad y elegancia al idioma castellano, que hoy se habla en ella.

La modesta cámara de antes estaba desconocida, tanto eran el lujo y la elegancia desplegados por Carlos. Sobre las paredes grises y desnudas se extendían ricos tapices que, separándose por encima de las ventanas, caían en pliegos ondulantes. El piso estaba cubierto de esteras de Lima, trenzadas de lina y blanca paja, y encuadradas en amplios dibujos de colores llamativos.

Y bien puede asegurarse que el señor D. José Joaquín Domínguez escribe con muy castiza elegancia y delicado gusto, y deja conocer, sin afectación y sin importunos alardes, que ha estudiado bien a nuestros clásicos y a los de la docta antigüedad griega y romana, sin copiar servilmente nada de ellos, sino poniendo en su estilo sabor y aroma, como el que presta al vino nuevo la solera de vino rancio y generoso que el antiguo vaso contiene.

Ambas rubias y ambas vestidas con singular gracia y elegancia: en Madrid esto última no tiene nada de extraordinario porque las mamás, que han renunciado a ser coquetas para , lo continúan siendo en sus hijas y han convenido en hacerse una competencia poco favorable a los bolsillos de los papás.