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Actualizado: 16 de mayo de 2025
Una revolución agraria, cuyos ecos apenas llegaban al viejo continente, las había devorado, suprimiendo todo vestigio de la antigua propiedad.
That live to weep, and sing their fall. Grey, oda X. Yertos están sus labios generosos Sellados por la muerte y la quietud; Mudos están sus ecos dolorosos. Mudo tambien su armónico laud. Mústios están los ojos que abatia Al contemplar un libro amarillento, Buscando en él como en la fuente fria Saciar su sed el viajador sediento.
El concierto duró más de diez minutos. El cuervo, posado en el árbol seco, no se movía. Robin hubiera querido huir; rezaba, llamaba en su auxilio a todos los santos, y muy particularmente a su patrón, del que son muy devotos los pastores de la sierra. Pero los lobos continuaban aullando, y sus alaridos eran repetidos por los ecos del Blutfeld.
La brisa de la noche entre sus hojas Hace brotar suspiros de dolor, Cual de tus labios ecos misteriosos El delirante beso del amor. La selva umbría que lo guarda en torno Impide ver sus ondas de cristal, Cual del pudor el velo misterioso Sombrea tu semblante sin igual.
Las campanas de la Catedral doblaban pesadamente con ecos plañideros y entrecortados de silencios, como suspiros de agonía. Pero sólo las campanas lloraban en aquella mañana llena de sol y vida. Escuchábalas yo sin emoción alguna y me daban ganas de decirles: «Sí, sí; ha muerto... Todo muere, y ha hecho como los demás, lo más tarde que ha podido, la venerable dama.
En el fondo de la iglesia, frente al altar, había una gran reja que se alzaba desde el suelo al techo; tras esta reja percibíanse vagas claridades movibles y un murmullo sordo, de cuyo conjunto se destacaba de rato en rato una tos o una sílaba que repetían los ecos de la bóveda.
No encontré para besar más que las crudas tablas de su vacío lecho de muerte, el suelo de su cuarto, el umbral de la puerta por la que su ataúd había pasado al salir entre los tristes ecos de llanto general de la población, para ir a descansar en el campo de la muerte.
Subían los ecos de la música, lejanos, adormecidos, como si surgiesen de las profundidades del mar. Venían del otro lado de la chimenea gritos de niños y choques de maderas, revelando los diversos incidentes de un juego deportivo. El sol de la tarde incendiaba todo el Poniente con su lluvia cegadora.
Esa música espontánea Que produce la natura, Cual tus cantos, sin cultura, Y ruda como tu voz, Tal vez en noche callada, De blanco cráneo en los huecos, Produce los tristes ecos Que oye el pueblo con pavor.
Maltrana la conocía: la había visto pasar ante sus ojos, con todo su esplendor melancólico, evocada por la más sublime de las exaltaciones artísticas. Wágner la sacaba de las tinieblas de lo misterioso, haciéndola marchar entre graves melodías que eran ecos del dolor humano.
Palabra del Dia
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