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Actualizado: 21 de julio de 2025
Bajo el azulado velo del sereno firmamento en aquel feliz momento de olvido y de loco anhelo, quisiera emprender el vuelo hacia recuerdos hermosos, que brillan esplendorosos en medio de mis dolores y ofrecen consoladores las dulzuras de mi cielo.
De este malestar, y aun puede decirse desdicha, participaba el hasta entonces afortunado Raimundo. El espíritu y el cuerpo de Clementina, alterados por el tumulto de otras pasiones, no podían reposarse en las dulzuras del amor. Los momentos que aquélla le concedía eran cada vez más cortos y sin sosiego. Se extinguieron las pláticas alegres, bulliciosas, que en otro tiempo mantenían.
Dulce es, entre todas las dulzuras, zambullir el pensamiento en la idea de Dios, adorarle, contemplarle, confundirnos ante su presencia como granos de polvo ó frágiles plumas que somos las criaturas Vientecillo, puedes marcharte, que yo me quedo aquí para toda la vida. ¡Cuán feliz soy!»
Otros dedicábanse a las extranjeras de los music-halls, bailarinas y cupletistas que llegaban a España con el ansia de conocer desde el primer día las dulzuras de «un novio togego». Eran francesas vivarachas, de naricilla empinada y corsé plano, que en su espiritual delgadez apenas si podían ofrecer algo tangible entre la rizada col de su faldamenta perfumada y susurrante; alemanas de carnes macizas, pesadas, imponentes y rubias como walkyrias; italianas de pelo negro y aceitoso, con la tez de morena verdosidad y la mirada trágica.
La señora Angustias amaba la existencia campestre, después de una vida transcurrida en la miseria de los tugurios urbanos. Carmen también gustaba de la vida del campo. Su carácter de mujer hacendosa la impulsaba a ver de cerca los trabajos del cortijo, gozando las dulzuras de la posesión al apreciar sus extensas propiedades.
Dulzuras destella tu luz de topacio, luminosa estrella del celeste espacio. Y viendo que de ella yo nunca me sacio, me sonríes bella, desde tu palacio. Tus fulgores dame, que amante los guardo en mi ánima opresa, y deja que te ame nostálgico el bardo, ¡divina princesa!
Lucía trazó con vehemencia el cuadro de la felicidad pastoril; pintó la vida sencilla, frugal, inocente, del campo, las inefables dulzuras de la familia; se representó a Miguel saliendo de casa y viniendo rendido de fatiga a la hora del crepúsculo para descansar en sus brazos; a ella cosiendo o bordando a su lado; otras veces, yendo a la pesca juntos, o a dar un paseo a caballo, o a coger moras silvestres por el campo...
De aquí que sus sentimientos al leer la carta fuesen de dolor y de mortificación de amor propio por el desamor de Juanita; de admiración y aplauso por la prudente conducta de la muchacha, y de mayor cariño hacia ella, así por la noble franqueza con que exponía las causas que justificaban su desdén, como por las amistosas dulzuras con que procuraba suavizarlo.
Creyéndome ella todo de Dios, poseedor de sus favores, vidente de sus perfecciones, regalado y deleitado con sus dulzuras, ni pudo recelar extravío, ni quiso presumir con soberbia que por ella hubiera yo de olvidarme de Dios. Por eso me mostró la beldad interior de su alma en toda la desnudez inocente y casta de quien nada teme.
Aquel joven esclarecido, dando a la historia el mismo ejemplo de modestia y generosidad que el rey Wamba, se negó terminantemente a aceptar los honores que le ofrecían. Este ejemplo, por desgracia, no ha tenido imitadores. Las dulzuras del poder excitan demasiadamente el paladar de los jóvenes académicos para que nadie piense en rechazarlas.
Palabra del Dia
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