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Y se apuraron las copas, y circuló de nuevo la ventruda botella llena de vino de la bodega de los Escolapios, un caldillo rojo del llano de Cuarte, que pasaba dulcemente por el paladar, y una vez dentro, el muy traidor causaba un trastorno de mil demonios.

No obstante, la mamá ni aun en broma podía oír que su hija cencerreaba y decía en voz baja que Mr. Lamotte, su profesor, había declarado más de una vez que jamás había tenido una discípula tan aprovechada. Al fin se logró que la niña se acercase haciendo contorsiones hasta el piano. ¿Qué toco, mamá? preguntó dulcemente encarándose con la autora de sus días.

Está, pues, fuera de duda, que cuando la fiebre se presenta con todos sus caractéres se la puede detener y aun hacerla abortar: puede estarse seguro de poder dominar sus elementos, de impedir sus manifestaciones mas graves, de conducirla, en fin, dulcemente á la curacion.

La calle solitaria ofrecía el mismo aspecto de todas las noches. La brisa agitaba dulcemente las hojas de los árboles. Una paz solemne parecía desprenderse del espacio.

Celebró el conde la frase con mucha risa, y el clérigo contestó á sus metálicas carcajadas con otras sonoras y campestres, que produjeron algunos instantes de algazara en el comedor. La condesa sonreía dulcemente, mientras el señorito Octavio seguía ejecutando esfuerzos prodigiosos y titánicos para que los chistes del presbítero le desternillasen de alborozo.

Su frente era como un jazmín harto de aurora, Con mucho de románticos amores soñadora Y mucho de los rayos de luna. Dulcemente. Señor: Pues esta niña estaba abandonada Por el rajhá, ocupado en combates sin fin, Y como ya muriera su madre, infortunada, Ahora buscaba amor y aroma en el jardín.

Martín contempla por un instante su rostro abotagado; después murmura dulcemente: ¡Que Dios te acompañe! Y deja caer pesadamente su frente sobre la mesa. Muy pronto continúa el hermano.

Aquel primer suspiro de Venus al salir de la espuma del mar que repitió el Universo entero, sonó entonces en su alma y la estremeció dulcemente. Su alma, que estaba muda y triste como la Naturaleza antes que la diosa de la hermosura suspirase. Muy pocos hombres alcanzan una dicha parecida: poseer la primera mujer que se ama, llegar a tiempo para recoger el fruto sazonado del amor.

Sabe emplear las imágenes y frases más familiares sin ser trivial ni prosáico, y las más insólitas sin faltar á la precisión ni pecar tampoco de ampuloso. ¡Con qué facilidad y tersura discurre en sus romances, y cuán dulcemente se mueven, como arroyuelos de clarísimas aguas; pero, al mismo tiempo, con cuánta pujanza corren en los momentos más críticos, iguales al torrente que atraviesa escarpadas rocas! ¡Con cuánta animación y cuánta vida; con cuánta gracia y delicadeza se transforman sus redondillas y décimas, ya en réplicas y contrarréplicas, ya en amorosas quejas, ya en juegos burlescos y caprichosos! ¡Qué encanto tan armonioso el de sus liras y silvas! ¡Y con cuánta majestad se ostentan sus octavas, canciones é imitaciones italianas!

Julio entraba, poco a poco, en una tranquilidad semejante a la que suelen experimentar algunos, a la hora de la muerte, cuando los sentidos ya sólo subsisten para dar, al espíritu lúcido, una última y original visión de la vida que dulcemente les abandona. Pero de súbito la miseria humana le dominó, como una alimaña que le hubiera saltado a los hombros.