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Actualizado: 26 de julio de 2025
La curiosidad, el recelo, la desconfianza, el miedo, la duda, formaban aquel extraño duelo, en el cual había todo menos lágrimas. «Ahora sí que se ha muerto de veras», murmuraba el labio cortesano en pasillos y galerías, y tras esto surgían infinitos planes de conducta. En la madrugada del 30 la descomposición selló la muerte del Rey, para que nadie pudiese dudar de ella.
Instintivamente, sin darse el trabajo de desenmarañar los confusos pensamientos que le asaltan, ve con la imaginación á la duquesa de Delille. ¿Por qué ha abandonado el príncipe sus prudentes doctrinas?... Se acuerda, como de un pasado dichoso, de los tiempos en que florecían «los enemigos de la mujer». No han transcurrido mas que cuatro meses, y parece que sean siglos. ¡Un duelo en plena guerra... y con un oficial!... ¡Y este oficial es Martínez, su héroe!...
Un pece de espantable compostura Del mar salió reptando por el suelo, Subióse ella huyendo en una altura Con gritos que ponia allá en el cielo: El pece la siguió, la sin ventura Temblando está de miedo con gran duelo; El pece con sus ojos la miraba, Y al parecer gemidos arrojaba.
Contra su deseo, encontraba razonadas las protestas de Atilio. Tal vez era cierto cuanto decía, y este duelo resultaba un disparate, una locura del príncipe.
No bastaba, sin embargo, lo que había hecho para ponerlo a la altura de su ideal. Belinchón siempre había seguido con vivísimo interés en los periódicos de París aquellas polémicas personales que rara vez dejaban de terminar con un duelo.
Lo último, sin duda, lo ha tenido presente Calderón en la escena primera del acto segundo. Dramas históricos de Calderón. La niña de Gómez Arias. El postrer duelo de España. El médico de su honra. A secreto agravio, secreta venganza. Las tres justicias en una.
¿Sabes, entonces, por qué razones he querido evitar el escándalo de un duelo?... ¿Sabes que, para salvarte de toda tacha personal, y que, además, podría caer de rechazo sobre mi inocente hija?... Beatriz repitió su signo de afirmación.
Mi señora tía ha tenido que reconocerlo ella misma, ella que casi me impone su hospitalidad, no obstante el odio que profesa a mi persona. Es demasiado buena ama de casa, para no saber que, sin mí, el hogar de su hijo se habría arruinado durante esos días de duelo, en que Roberto, absorbido por su inmenso dolor, permanecía inerte, indiferente a todo, aun al niño.
Los celos. Y ¿quién prueba mi paciencia? Ausencia. De ese modo, en mi dolencia ningún remedio se alcanza, pues me matan la esperanza desdenes, celos y ausencia. ¿Quién me causa este dolor? Amor. Y ¿quién mi gloria repugna? Fortuna. Y ¿quién consiente en mi duelo?
Nada pescaron tampoco aquellos linces de pluma, del ingenioso y breve diálogo sostenido entre Pepe Guzmán y su predilecta amiga, formando la más gallarda y distinguida pareja que podía imaginarse; en el cual diálogo se parafraseó, con toda la discreción y gracia posibles, y no sacado a plaza por la interlocutora, sino por el sagaz interlocutor, el tema aquel que Sagrario confió al oído de su amiga; y se insinuaron, quizá en virtud del calor y motivo de la fiesta, las primeras estocadas del consabido duelo pendiente entre estos dos expertos espadachines de la intriga galante.
Palabra del Dia
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