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Actualizado: 26 de noviembre de 2025


El duelo se despidió sin ceremonia; a latigazos lo despedía el viento con disciplinas de agua helada. Don Pompeyo Guimarán salió del cementerio el último. «Era su deber». Había cerrado la noche. Se detuvo solo, completamente solo, en lo alto de la cuesta. «A su espalda, a veinte pasos tenía la tapia fúnebre.

Amarga tristeza se apoderó de ella, y no se le ocurría pensamiento alguno que no fuese de muerte o duelo. Pensó salir de Madrid, corriendo a la ventura en busca del esposo que Dios y la ley le habían dado; pero Cordero le quitó de la cabeza esta atrevida idea, impropia de persona tan razonable.

Se habían olvidado ciertos pormenores y la mala fe del enterrador tal vez la del capellán también ponía obstáculos reglamentarios. ¡A ver, dónde está Foja! gritó don Pompeyo, que no se encontraba con ánimo para dar otra batalla al obscurantismo clerical. Foja no estaba allí. Nadie le había visto en el duelo.

En los dramas de esta segunda clase, así el lenguaje del poeta como su habilidad en crear y agrupar caracteres, y su arte en la composición, alcanzan su punto culminante, bastando, para probarlo cumplidamente, El mágico prodigioso, El postrer duelo de España y El secreto á voces.

Tan sólo cuando la efervescencia de los saludos hubo calmado, Amalia la cogió sonriente las manos y exclamó mirándola de arriba abajo: ¡Sabe usted que son muy elegantes los trajes de duelo en París! Fernanda hizo una mueca de desdén.

Yo no vengo contra ti hoy, sino contra la casa que me hace guerra; y Dios dijo que me apresurase. 23 Y los arqueros hirieron al rey Josías con una flecha; y dijo el rey a sus siervos: Quitadme de aquí, porque estoy herido gravemente. Y todo Judá y Jerusalén hizo duelo por Josías.

Desde la muerte de su esposa, el buen señor, que sólo por ella y para ella se rapaba la cara, quiso añadir a tantas demostraciones de duelo el luto de su rostro, dejándolo cubrir, como de una gasa, de pelos blancos, negros y amarillos. «Pues para decirle a usted que lo que le pasa a la Francisca, y el encontrarse ahora en condición tan baja, es por no haber querido llevar cuentas.

Calderón tiene una comedia con tal frase por título, y a cuyo final don Juan, por venir con quien viene, llega a reñir con su mismo padre, admirado de lo cual el gobernador de Verona, dice Vrsino: «A aquesto obliga el honor de quien a campaña sale con otro; que este es precepto de la ley del duelo

Por una cuestión poco limpia había tenido un duelo, y no había querido reconciliarse con su adversario; pero más tarde le había salvado de la muerte, con riesgo de su propia vida, heroicamente.

Era una mujer, una anciana, la condesa de Lerne; madre de Jacobo de Lerne, que había sido herido en duelo, algunos años antes, por el señor de Monthélin. La señora de Lerne había sido siempre una mujer sin principios, pero sin malevolencia, aunque muy espiritual. Tenía el buen sentido de no haberse hecho mogigata, después de haber sido una coqueta.

Palabra del Dia

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