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Actualizado: 6 de junio de 2025
Doléos de las tristes afligidas Que quedan sin abrigo y compañìa; Tambien de las doncellas doloridas Que pierden á sus padres y alegrìa: De las madres, Señor, enternecidas, Que pierden
Nada existía en el mundo para esta madre, sino su hijo, a cuya cabecera había pasado quince días sin comer, sin dormir, llorando y rezando. La dentición del niño no podía avanzar, por no poder romper las encías hinchadas y doloridas. Su vida peligraba. El duque aconsejó a la afligida madre que consultase a Stein; y, verificado así, el hábil alemán salvó al niño con una incisión en las encías.
La marquesa examinome de pies a cabeza, y luego, señalándome impertinentemente con la muleta que sus doloridas piernas le obligaban a usar, preguntó: ¿Usted?... ¿Y usted quién es? Es el Sr. de Araceli dijo Ostolaza con sonsonete desdeñoso. Ya... ya conozco a este caballero dijo la de Leiva con malicia . ¿Sigue usted al servicio de mi sobrina? Me honro en ello.
Aunque de algún tiempo a esta parte se han suprimido muchísimos detalles grotescos de las antiguas procesiones, aún he visto figurar la representación plástica de las escenas de La Pasión, el Señor bajo la cruz, las santas doloridas... y el judío, el pícaro judío, vestido a la romana, de nariz encorvada, frente estrecha, gran abundancia de pelo y ojos torvos, a quien el pueblo enseña el puño y que pasaría por cierto un mal rato, si los guardianes, vestidos como los penitentes de la Santa Hermandad, con el sombrero de pico y el rostro cubierto, no estuvieran prontos a la defensa.
Y cuando los dolientes, echándola de rumbosos, añadían algunos realejos sobre el precio de tarifa, entonces las doloridas estaban también obligadas a hacer algo de extraordinario, y este algo era acompañar el llanto con patatuses, convulsiones epilépticas y repelones.
Me refugiaba yo en el recuerdo de Angelina, como en un puerto salvador; me repetía una y mil veces cuanto ella me había dicho, sus palabras más tiernas, sus frases más doloridas, las expresiones que más hondamente habían penetrado en mi corazón, y cuando me creía victorioso y alardeaba de haber triunfado en mí mismo, la voz de Gabriela, el eco de su piano, el ruido de su falda, el aroma de sus vestidos, cualquiera cosa suya me hacía estremecer, y me sentía débil como un niño, impotente para resistir una mirada, la más indiferente, de sus ojos azules.
Se puso entonces a mirar el cielo, y después de una meditación extática dijo, más con el corazón que con los labios: ¡Y el cielo también es triste!... Ya de noche, Salvador, que era el pasajero de las contemplaciones doloridas, apoyado en la borda, escuchaba absorto la respiración sollozante del mar.
Corro a verlo y lo encuentro luchando con un violento ataque de gota. Con su bata de grueso muletón obscuro y anchas mangas, en las que ocultaba sus doloridas y temblorosas manos, y con aquel cráneo calvo, que relucía sobre una estrecha corona de cabello, parecía un fraile viejo. A la primera ojeada vi una profunda turbación en aquella cara redonda y afeitada, tan maliciosa y jovial de ordinario.
Inefables consejos ignorados, Sin traduccion, como ecos tribulados Del aura de la noche en el jardin; Nadie entiende sus quejas doloridas Pero al nacer la aurora, entretegidas Se ven brotar do quier rosas sin fin.
Fáltame para intentarlo interrogar el suelo y visitar los lugares de la escena, oír las revelaciones de los cómplices, las deposiciones de las víctimas, los recuerdos de los ancianos, las doloridas narraciones de las madres que ven con el corazón; fáltame escuchar el eco confuso del pueblo, que ha visto y no ha comprendido, que ha sido verdugo y víctima, testigo y actor; falta la madurez del hecho cumplido y el paso de una época a otra, el cambio de los destinos de la nación, para volver con fruto los ojos hacia atrás, haciendo de la historia ejemplo y no venganza.
Palabra del Dia
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