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Actualizado: 17 de junio de 2025


Como el gaucho iba mejor provisto de armas, siguió disparando tiros durante su fuga, con gran prodigalidad. Sintió el estanciero una nueva indignación al darse cuenta de lo que intentaba Manos Duras contra él. ¡Grandísimo bandido! ¡Ahora tira á matarme mi flete! Y el centauro criollo, diciéndose esto, mostró tanta cólera como al ver en peligro á su hija.

Pero aun moviendo el columpio con parsimonia, el aire consigue levantar, al poco tiempo, las enaguas de la antigua doncella. Los oficiales ríen y empujan el columpio para que se vea más. ¡Fuerte, fuerte, que algo se pesca! les grita Paco Gómez. Las muchachas, entre risueñas y avergonzadas, se tapan la cara y se abrazan unas a otras diciéndose palabritas al oído.

«¿Qué le habrá pasado, qué le habrán hecho a esta muchacha iba diciéndose mentalmente para que transija con semejante cambio? ¡Si esto es para ella la pobreza... qué barrio, qué portal y qué escaleraCon mayor celeridad de la que al parecer permitían sus años llegó al piso segundo y llamó, saliendo a abrirle una doncella cuyo limpio y fino aspecto contrastaba con lo pobre de la casa.

Y le cogió el rostro a la niña y le dió un beso en cada mejilla, diciéndole al mismo tiempo: He tenido una gran suerte en conocerla. Hacen falta en mi salón niñas lindas y simpáticas. Y cada vez más alegre, sin saber por qué, se despidió y siguió adelante diciéndose: "¿Que diablo de interés tendrá Pinedo en convertir en santo a ese perdido de Alcántara?"

Hizo un gran esfuerzo para arreglar aquel barullo mortificante de ideas desmandadas, y fué colocando cada cosa en su sitio dentro de su cabeza, con toda la serenidad posible, diciéndose a la vez: «De modo que el señorito quiere a la señorita para casarse con ella; que la niña no le quiere a él y está empeñada en hacerse santa y mártir en la casona, sufriendo a los mismísimos diablos... y que además se muere porque está comalida y allí no tiene tresno ni cosa que lo valga....»

Pasó este día y el siguiente en una profunda ansiedad y prestó el oído á todos los ruidos del camino creyendo á cada instante ver llegar á Mauricio. Todas las noches se acostaba con el corazón oprimido, diciéndose: "¡Mañana será!" Y el día siguiente no traía tampoco noticias del marido esperado, que no venía. Al cabo de cuatro días Herminia empezó á sentir cierto despecho.

Este hombre había necesitado hablar á Elena con una urgencia angustiosa; sólo así era explicable que se decidiese á buscarla en casa de la condesa Titonius, ¿Qué estarían diciéndose?... Se atrevió á pasar, fingiendo distracción, ante la puerta del gabinete. Ella y Fontenoy hablaban de pie, con el rostro impasible y muy erguidos.

Miró con recelo hacia la puerta, y viéndola cerrada y asegurada, se le serenaron algo los ojos, como si juzgase alejado el peligro. En seguida oyó otra vez sonar la tosecilla y sonrió orgullosa diciéndose: «¡Hasta el fin del mundo es capaz de ir por De repente se puso pálida como la cera; quiso suspirar, no pudo, y se le vino al rostro una oleada de sangre. La cosa no era para menos.

Salió Pulido refunfuñando, y se fue a su parroquia de muy mal talante, diciéndose que aquella eclesiástica pocritona había ido a quitarles la suerte; los burreros se despotricaron contra Obdulia, afirmando que no pagaba el pan y compraba tiestos de flores, y que el casero la iba a plantar en la calle; y Benina subió a ver a la niña, a quien encontró en manos de la peinadora, que trataba de arreglarle una bonita cabeza.

«¡Pobre Flor de Río Negro! siguió diciéndose . Debo ir mañana á implorar su perdón, si es que se digna escucharmeEntró en la Presa ensimismado, dejándose llevar por el instinto de su cabalgadura; pero de pronto notó que ésta quería detenerse, y al levantar su cabeza se dió cuenta de que estaba ante la casa de la Torrebianca.

Palabra del Dia

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