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Actualizado: 24 de junio de 2025
Su caballo era una cabra, y él una ventolera que le arrastraba por lo más inverosímil de lo penoso y atrevido. Para aquel diabólico centauro, todo atajo era andadero, lo mismo por los jarales de las faldas que por los riscos de las cumbres.
Así estuvo jugando mucho tiempo, hasta que, harto de divertirse y embriagado por el triunfo, soltó de improviso y simultáneamente todas sus voces, que clamaron en el silencio de la iglesia con grito monstruoso e insufrible. El fabricante quedó asfixiado en aquel bramido diabólico y no volvió a aparecer. Reinaron algunos instantes de silencio, que fue turbado por cierto triste chirrido.
Si en el amor que Fausto inspira interviniese algún artificio o prestigio diabólico, la belleza de este amor, casi toda su poesía, y más aún su ulterior virtud, redentora y santificante, habrían de desvanecerse.
Creo que no; presiento que hemos cometido una falta de caridad, porque presiento que aquella mujer oculta un plan diabólico, debajo de aquel movimiento maquinal, casi idiota. Cerca del arco de la Estrella, hemos encontrado á una familia americana, que ha venido á Paris con el fin de llevarse á una niña, que tenia en un colegio de esta ciudad.
Además, aquella mujer parecía dotada de un sentido diabólico para adivinar su presencia. Le descubría en sus escondrijos, por apartados que fuesen; pasaba ante él orgullosa y atrayente a la vez, lo mismo que una reina convencida de su majestad, con un fluido en torno de su persona que desarticulaba y abatía los santos propósitos mejor construidos.
Suponiendo esto, bien puede suponerse que este hombre es caudillo de un apretado escuadrón de sumisos mesnaderos, que entran en las batallas que hoy se usan como un rebaño de borregos; o que tiene arte diabólico para manejar los cubiletes y trampantojos de esa farsa, a su completo gusto; o que si no tiene nada de ello, sabe buscarlo por cualquier camino, y que sabe, además, el valor que esas habilidades representan en el derecho flamante, y la manera de negociarlas.
Pero los asiáticos no abandonaban su apatía serena, despreciadora de la muerte. Sólo algunos miraban al mar con una curiosidad infantil, deseosos de conocer este nuevo juguete diabólico inventado por las razas superiores. En las cubiertas reservadas á los pasajeros de primera clase, la extrañeza resultaba tan grande como la inquietud. ¡Submarinos en el Mediterráneo!... ¿Pero es posible?...
La fortuna pareció divertirse siguiendo los pasos de este hombre que apenas sabía leer ni escribir. Un espíritu diabólico salido de las entrañas de la tierra le hablaba al oído, guiando sus manos. Allá donde él cavaba surgía oro, plata, ó, cuando menos, cobre. Perforaba un pozo para que los mineros de su campamento no muriesen de sed, y, en vez de encontrar agua, saltaba petróleo de su fondo.
Durante tres años se consideró el profesor más feliz de la República porque tenía á su lado á este hombre seductor y diabólico. No era aún Padre de los Maestros, pero fué padre de Popito, que nació al año de esta unión.
Por último, por medio de personas listas del país, se informó de la vida de Echeloría, supo que iba a casarse con Mutileder, y no quedó pormenor de que no llegase a tener cabal noticia. Con estos elementos formó Adherbal un plan diabólico, el cual le salió bien, como por desgracia salen bien casi todos los planes diabólicos.
Palabra del Dia
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