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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Aquella explosión de trueno le hizo recordar los combates del diabólico héroe, del religioso caballero de la Cruz, burlón con Dios y con el diablo, que hizo siempre su soberana voluntad y tan pronto peleó al lado de los suyos como vivió entre los enemigos de la Fe, según sus caprichos y aficiones. No; de éste no renegaba Febrer.
No acertaremos a explicar con qué arte diabólico Tiburcio había averiguado que al anochecer del día anterior dos gentiles damas, conocidas suyas, habían llegado a Cintra muy recatadamente, y habían ido a instalarse en una hermosa casa de campo que allí poseían los señores Adorno y Salvago.
¡Miren el diablo metido a fraile! Hasta en el diablo cabe un buen consejo. ¡Pregúntamelo a mí, consejero diabólico! Pero cuando a mí me tuesten por ese pecado, ¿qué será de tu pellejo? Dime tú, entre tanto, ¿por qué te alegrabas de que fuera borrándose aquella supuesta semejanza? Porque en cuanto desaparezca del todo, me será más fácil aborrecerte. Y ¿por qué deseas aborrecerme?
No faltaban allí las estampas chinescas en papel rojo representando á un hombre sentado, de aspecto venerable y pacífica y sonriente fisonomía, detrás del cual se levanta su servidor, feo, horroroso, diabólico, amenazador, armado de una lanza con ancha hoja cortante; los indios, unos lo llaman Mahoma, y otros Santiago, no sabemos por qué; los chinos tampoco dan una clara esplicacion de esta popular dualidad.
La esbeltez de los talles, la exuberancia de los bustos, todos sus encantos y atractivos, estaban realzados, favorecidos, expuestos, y como ofreciéndose con la premeditación de un arte seductor y diabólico.
Palabra del Dia
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