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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Después algunos hombres feroces, vestidos también con diabólico uniforme, le ataban fuertemente de pies y manos, le acercaban á la hoguera, le echaban en ella. En un momento de súbito é indescriptible horror sintió arder rechinando sus cabellos, consumidos en un segundo; sus ropas en otro segundo.
Naturalmente contra las partículas de poder diabólico en los sortilegios, daños, encantamientos y maleficios, bastaban las partículas de poder divino contenidas en las bendiciones, el bautismo, las reliquias y escapularios, o el puño en cruz; como basta el puño en cuernos contra la jettatura o el catorce contra el trece.
Aquella actitud tranquila, aquella mirada persistente, fija sobre su acusadora, siguió atribuyéndose a cinismo. Era difícil que sucediese de otro modo. Obdulia había mostrado, bajo el latigazo de la ira, un talento diabólico. Su palabra y sus ademanes, un poco exagerados, vibraban de indignación.
Estaba al pié de un arbusto, y con una rama se daba golpes en la punta del zapato derecho, teniendo clavada allí la vista de un modo maquinal. Alguna idea agujereaba el cerebro de aquella mujer; algun pensamiento diabólico volcanizaba aquella cabeza. Sobre esto dijimos algunas palabras á media voz; pero la jóven no levantó los ojos para mirarnos.
Procuraba, además, arrojarlo de su propio pensamiento como indigna extravagancia; pero recelaba a veces que en Tiburcio había algo de sobrehumano o de extrahumano; un no sabemos qué de diabólico, a pesar de que Tiburcio era tan fiel, tan servicial y para con él tan bondadoso y tan divertido, que aun suponiéndole diablo, le calificaba de buen diablo.
Estos raros fenómenos o alucinaciones en que Felicita se veía envuelta, a causa, tal vez, de la debilidad, se exageraron cuando entró, en el cuarto mortuorio. Parecióle que la descomposición y descuartizamiento de que era víctima el mundo se verificaban con mayor saña y absurdidad, como obedeciendo a un designio diabólico, en el cadáver de Anselmo Novillo.
Al mismo tiempo, un extraño temor comenzaba a agitarle. ¿Qué era aquello del jugo de hierbas hechiceriles que le habían hecho beber sin que él lo advirtiera? ¿No habría mediado, en verdad, como el clérigo decía, algún filtro, algún bebedizo diabólico?
En el acto que nos vio, trazó su diabólico plan, y al día siguiente se entregó a hacer investigaciones sobre Hales, y cuando se hubo cerciorado del carácter y condiciones del individuo, se vio con él e hizo un curioso pacto, dando por resultado que, si Dawson arreglaba los asuntos de tal manera que se efectuara un casamiento secreto entre Hales y yo, recibiría, en caso de la muerte de mi padre la suma de dos mil libras al año, en lugar de presentarse reclamando derechos en los bienes dejados a favor de su esposa.
Pero D. Álvaro tampoco era el malvado diabólico, que se había representado en los primeros días que le conoció. A ratos lo parecía. Un demonio hablaba y reía por su boca en ocasiones, maldiciendo de Dios y de los hombres. En otras, sin embargo, mostrábase dulce, afectuoso, compasivo, y hablaba con tal inocencia que parecía estar oyendo a un niño.
Maltrana, influido por el miedo, creyó ver un horrible monstruo, un digno engendro de la selva encantada; algo semejante al dragón de leyenda que había surgido en su memoria al dar los primeros pasos. El terror le hizo ponerse de pie con nervioso salto. Un bufido diabólico estremeció los matorrales. Desaparecieron las cruces, y crujió la maleza al romperse ante una carrera loca.
Palabra del Dia
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