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Actualizado: 21 de junio de 2025
Porque diabólica era ciertamente la claridad e insistencia conque surgían en su mente todos los argumentos negativos de su derecho. Ella quería rechazarlos, y ellos crecían fortaleciéndose, vestidos con la inmaculada vestidura de lo evidente. Sí, su tío el Canónigo era tonto. ¿No podía dar ella mil testimonios de sus necias credulidades?
A las órdenes de Tiburcio, Morsamor destacó cien hombres de los más audaces, que con astucia diabólica lograron penetrar en el apartado edificio donde se guarecían caballos, elefantes, cornacas y guardias. Ningún aviso había llegado hasta allí. Sin sospecha ni recelo, dormían todos. Y si bien acudieron a las armas y procuraron defenderse, fue con tal aturdimiento y desorden, que les valió de poco.
Sí, sí continuó Massareo , ¡por San José! ¡conozco tus astucias! te meneas menos que una boya para que me ponga a tu alcance... Entonces tú arrojarías, a mi pobre barco una andanada de azufre que nos haría arder lindamente... ¡o me jugarías alguna otra pasada diabólica! Pero Dios protege al viejo Massareo.
Intenta uno una tímida resistencia, y le observan: «¿Cómo? ¿Y usted es el que pretende ser un buen muchacho?...» Es inútil que uno proteste: «¡Pero si yo no soy un buen muchacho!»... Tiene que serlo a la fuerza, porque así lo han medido y lo han marcado... ¡Y un hombre de ese temple es el que quiere meterse ahora en historias de mujeres! ¡Las mujeres, que siempre están pensando en alguna cosa diabólica, y que, para que puedan querer bien, tienen que ser tratadas como animales, engañadas, abandonadas por el que ellas adoran!...
Este hombre infeliz había hecho de la prosecución y ejercicio sistemático de la venganza el objeto primordial de su existencia; y una vez obtenido el triunfo más completo, el principio maléfico que le animaba no tuvo ya en que emplearse, y no habiendo tampoco en la tierra ninguna obra diabólica que realizar, no le quedaba á aquel mortal inhumano otra cosa que hacer, sino ir á donde su Amo le proporcionase tarea suficiente, y le recompensase con el salario debido.
Desengañado de estas altas sabidurías, y ansioso de todo lo que por ellas había despreciado, se diría que vuelve a él aquella parte más ruin de su alma, bajo la forma y con el ser de diablo. Esta inferioridad diabólica respecto a Fausto y respecto a los demás espíritus superiores, no se desmiente nunca.
El pueblo está pidiendo su destrucción, porque cree que es el mejor medio de conseguir la libertad. Cumplamos la voluntad del pueblo. Indescriptibles son el sarcasmo y la diabólica malicia con que Coletilla pronunciaba estas palabras. Ya comprenderá el lector la marcha que llevaban los planes de aquel viejo demonio del absolutismo.
Aquí dejar agora yo no puedo De decir, y tocar muy brevemente Una maldad diabólica, y enredo Que el demonio fragó entre aquella gente Indiana; que en pensarlo solo quedo Confuso, y agenado de mi mente: Que una carta á los ingleses escribieron, Y en ella estas razones le dijeron.
Si las maldiciones que pronunciaba a media voz, cuando estaba sólo, no hubiesen tenido otro objeto que la treta diabólica de Dunstan, le hubiera sido posible tener menos espanto a las consencuecias de su confesión.
«¡El ateo! Aunque todos le tenían por inofensivo, creían los más en su maldad ingénita y en una misteriosa superioridad diabólica. Y aquel diablo, aquel malhechor se arrojaba a los pies del señor espiritual de Vetusta.... ¡Oh! ¡qué gran efecto teatral!... No, no sería él bobo, su madre tenía razón, había que sacar provecho.... Y después, aquello no era más que una preparación para otro triunfo más importante; ¿no se había dicho que hasta la Regenta le abandonaba? Pues ya se vería lo que iba a hacer la Regenta...». Don Fermín se ahogaba de placer, de orgullo; se le atragantaban las pasiones mientras don Pompeyo tosía, y entre esputo y esputo de flema decía con voz débil: Puede usted creer... señor Magistral... que ha sido un milagro esto... sí, un milagro.... He visto coros de ángeles, he pensado en el Niño Dios... metidito en su cuna... en el portal de Belem... y he sentido una ternura... así... como paternal... ¡qué sé yo!... ¡Eso es sublime, don Fermín... sublime.... Dios en una cuna... y yo ciego... que negaba!... pero dice usted bien.... Yo me he pasado la vida pensando en Dios, hablando de
Palabra del Dia
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