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Actualizado: 23 de julio de 2025


Sin embargo, yo no apercibía en la casa ninguna animación extraordinaria, ningún signo de desorden ó de alarma. Subí la escalera precipitadamente y atravesaba el retrete que comunicaba con el cuarto de mi madre, cuando la puerta se abrió lentamente: mi padre apareció en ella. Me detuve delante de él; estaba muy pálido y sus labios temblaban. Máximo me dijo sin mirarme, tu madre te llama.

Era el amor de un padre satisfecho de su hija. Dejé de pensar en la muerte. Me detuve en el camino del suicidio. Dejé de concurrir a los lupanares. Arreglé mi vida. Causé una dolorosa sorpresa en mis administradores, anunciándoles que iba a dedicarme al cuidado de mis intereses. Hice todo esto bajo la influencia de este pensamiento: He adoptado a un ser a quien debo procurar hacer feliz.

Movió la cabeza Robledo negativamente, y sin perder su gravedad soltó una mentira. Soy de Méjico. Conozco poco ese país. Me detuve en Veracruz unos días nada más, de vapor á vapor. La Argentina la conozco bien: viví allá hace años... ¿Dónde no he estado yo?... No hay lengua que no hable. Esto hace que los señores me aprecien y muchas amigas me tengan envidia. Robledo la miraba fijamente.

Aquella noche tuve la flaqueza, que acaso el lector encuentre perdonable, de irme a eso de las once y media hacia la calle de Argote de Molina. Cuando emprendí el camino no sabía fijamente qué es lo que allí iba a hacer. Muy pronto quedó determinado en mi cerebro. Avancé cautelosamente por ella, y al llegar al recodo desde donde podía verse la casa de Gloria, me detuve. El corazón me daba saltos.

Entonces articuló con voz profundamente tomada es lo que pienso, lo que sabes que yo pensaba cuando mentiste anoche. De modo... Bueno, dejemos, no es nada. Hasta mañana. Lo detuve del hombro y se dejó caer en seguida en la silla, con la cabeza sobre sus brazos en la mesa. Quédate le dije. Vas a dormir aquí conmigo. No estés solo. Durante un rato nos quedamos en profundo silencio.

Seguí andando hacia la acera de enfrente, cuando de nuevo me detuve, me quedé helado, absorto, estupefacto, porque detrás de mi había sonado claramente mi nombre. ¿Quién me llamaba? Volvime y nada vi. La plazuela estaba enteramente desierta y muda: sólo a lo lejos se oían apenas algunas voces del altercado, que de ningún modo podían confundirse con la que a mi espalda había dicho «Gabriel

Dia 26. A esta hora me puse en marcha, llegando á las dos leguas al parage del Carrizalito, donde me detuve á hacer tiempo, para que nuestra caballada y ganados pasasen la expresada cuesta, tan penosa y dilatada: lo que verificado, á las dos de la tarde marché, y llegué al ponerse el sol al Arroyo de la Faja, que dista otras tres leguas, donde hice noche. Dia 27.

Estos detalles anteriores son necesarios para que sepan los lectores todo lo ocurrido en la aventura de Luisa. Estábamos cerca del Palacio Real, y aún no nos habiamos decidido. Entonces hice alto, y detuve á mi preocupada compañera; preocupada, no tanto por la jóven vestida de negro, como por la recogida del CRISTIANISMO.

La noche era espléndida y bastante templada; llevaba abierto el gabán y caminaba lentamente gozando con voluptuosidad de la temperatura, del cigarro y de la seguridad de ver pronto a mi familia. Al pasar por delante de la casa de la niña me detuve y la contemplé un instante casi con indiferencia.

Me dirigí hacia el pueblo, formado por quince o veinte casas agrupadas en derredor de la iglesia, y me detuve en una venta del camino, con el objeto de almorzar, y de paso a enterarme de la clase de gente que vivía en Bisusalde.

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