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Actualizado: 23 de octubre de 2025
Acometido ya de la fiebre casamentera, detuve a Chisco al topar con él en el carrejo de la cocina.
A las tres llegué al rio Atuel, donde me detuve todo él; y de allí despachè una partida de 55 hombres, los 5 para recorrer el campo, y los otros para sostenerlos en caso necesario.
Cuando llegué a la puerta me detuve y lancé al interior una mirada ansiosa: sentada de espaldas a mí, delante de un piano estaba una mujer. Seguía cantando. Yo me acerqué silenciosamente, atravesé la habitación y quedé de pie, inmóvil, detrás de ella.
Nada replicaba a mi discurso; seguía caminando cabizbaja y preocupada, formando su actitud notable contraste con la que tenía tres horas antes al pasar por los mismos sitios. Cuando me detuve un instante a respirar, exclamó sin mirarme: Hice una cosa muy mala, muy mala. ¡Dios mío, si lo supiese papá! Traté de probarle que su papá no podía enterarse de nada, porque llegaríamos demasiado temprano.
Instintivamente me detuve para escuchar embelesado, sin parar mientes en lo que pudiera hablar: pero algunas palabras que llegaron distintamente a mis oídos lograron excitar mi curiosidad, y entonces ya no me contenté con oír, sino que quise escuchar y enterarme de la conversación que arriba se sostenía.
»Transcurren ahora los días lentos y tristes, sin acontecimientos que vengan a romper la monotonía del dolor. Al día siguiente de la recaída de Magdalena, escribió su padre: »¡Ha recaído! »Y nada más... ¡Oh! ¡De sobra sé lo que tendrá que escribir después de esas dos palabras! »Le detuve al pasar y le pregunté por Magdalena.
Desandé mi camino, pregunté en todas partes; nadie lo había visto; realmente inquieto, me detuve a meditar sobre el partido que debía tomar, cuando un indio que pasaba me sugirió la probabilidad de que el cachifo hubiese tomado el camino de abajo, que acortaba mucho la distancia. Tranquilo continué.
Marché resueltamente por la calle y pasé por delante de la casa a paso lento, y hasta me parece que me detuve un instante frente a ella. Era verdad; ¡qué verdad tan sublime! Allí no estaba el malagueño. La calle, desierta; las ventanas, herméticamente cerradas. Pero era necesario que me convenciese bien, que gozase plenamente de aquella grande y sabrosa verdad.
15 Así dijo el Señor DIOS: El día que descendió al infierno, hice hacer luto, hice cubrir por él el abismo, y detuve sus ríos, y las muchas aguas fueron detenidas; y al Líbano cubrí de tinieblas por él, y todos los árboles del campo se desmayaron. 18 ¿A quién te has comparado así en gloria y en grandeza entre los árboles del Edén?
A este último le detuve y le dije: Han estado ustedes admirables. ¡Qué bien han hecho la maniobra! Sí, el barco es bueno dijo el criado. Y los tripulantes. El hombre me dió las gracias y desapareció tras de su amo. Ni mi madre ni Mary se habían enterado de lo sucedido.
Palabra del Dia
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