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Actualizado: 23 de junio de 2025


La cabeza de Quilito echaba chispas, como la hoguera que removía el filósofo. ¡Ah, desventurado! decía la voz interior, ¿y todavía alientas, después de lo que has oído? ¿por qué no empuñas el revólver y te arrancas de una vez la miserable vida, que a pesar de todo pareces empeñado en conservar? ¿no comprendes que ya para ti no hay remisión?

El capitán, desplegando la mayor diligencia, se presenta en la casa de Don Gómez como su yerno, y es recibido con los brazos abiertos por el padre y por la hija, mientras que el desventurado Don Pedro, que llega después y trabaja en restablecer la verdad de los hechos, es considerado como un farsante, y además de esto, como si fuera Don Gabriel, es llevado á la cárcel por las gestiones de un hermano de la engañada valenciana.

El mismo sobresalto que un buen día, al influjo de vivísima alarma, me había empujado maquinalmente hacia Nièvres y me había hecho caer allí como un accidente, puede ser como una catástrofe, me hacía vagar, en medio de la noche, por aquella casa confiada y dormida, me conducía a la alcoba de Magdalena y a ella llegaba como un sonámbulo. ¿Era yo un desventurado en el colmo del sacrificio, enceguecido por el deseo, ni mejor ni peor que mis semejantes? ¿era un malvado?

Don Braulio confesaba al principio, como era cierto, que jamás usaba ni llevaba armas, y hacia el fin de la carta hablaba de un revólver que tenía en el bolsillo. Paco Ramírez veía claro que don Braulio le había comprado o le había adquirido en aquellos días, después de la noche que estuvo de oculto en su casa. ¿Para qué esta adquisición? ¿Qué pensaba hacer su desventurado amigo?

Allí se me representaron de nuevo mis fatigas, y torné a llorar mis trabajos; allí se me vino a la memoria la consideración que hacía cuando me pensaba ir del clérigo, diciendo que aunque aquél era desventurado y mísero, por ventura toparía con otro peor: finalmente, allí lloré mi trabajosa vida pasada y mi cercana muerte venidera.

Este desventurado ser se hallaba en el momento de nuestra descripción echado á los pies de María de la Paz, semejando en su actitud á los perros ó cachorrillos que duermen el sueño del mármol inerte á los pies de la estatua yacente de un sepulcro. Las de Porreño se levantaban á las siete de la mañana, tomaban un chocolate del más barato, y se iban á las Góngoras.

El alemán se inclinó en señal de gratitud, y siguió al español, el cual bajó al comedor y pidió un ponche. A la testera de la mesa estaba el gobernador con sus dos acólitos; a un lado había dos franceses. El español y el alemán se sentaron a los pies de la mesa. Pero ¿cómo preguntó el primero habéis podido concebir la idea de venir a este desventurado país?

Y, aunque los sucesos que en ella me han sucedido no son de mucho gusto, sino de mucha pesadumbre, los llevo sin ella, sólo por haberla visto. Finalmente, señor don Álvaro Tarfe, yo soy don Quijote de la Mancha, el mismo que dice la fama, y no ese desventurado que ha querido usurpar mi nombre y honrarse con mis pensamientos.

Pasados algunos meses, y después de haber gastado todo el dinero que ella le llevó, la abandonó en Valencia, adonde fue a buscarla su desventurado padre, para traerla deshonrada, ni casada, ni viuda, ni soltera. Ved ahí, sobrinos míos, adónde conduce el extranjerismo exagerado y falso. Rafael, habrías podido ahorrarle sus desgracias dijo la condesa. ¡Yo! exclamó su primo.

Pero, ¿no es cosa estraña ver con cuánta facilidad cree este desventurado hidalgo todas estas invenciones y mentiras, sólo porque llevan el estilo y modo de las necedades de sus libros? - es -dijo Cardenio-, y tan rara y nunca vista, que yo no si queriendo inventarla y fabricarla mentirosamente, hubiera tan agudo ingenio que pudiera dar en ella.

Palabra del Dia

vorsado

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