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Actualizado: 23 de junio de 2025
Señores, la verdad es que todos nos hemos vuelto locos en España; los unos por lo que hacen y los otros por lo que dejan de hacer. En este momento se oyeron algunas exclamaciones ruidosas. La condesa misma salió de su languidez y se levantó de un salto. Por fin, ¡ya apareció el perdido! exclamó . Mil veces bien venido, desventurado cazador y malparado jinete. ¡Buen susto nos hemos llevado!
Mas, ¿de qué me quejo?, ¡desventurado de mí!, pues es cosa cierta que cuando traen las desgracias la corriente de las estrellas, como vienen de alto a bajo, despeñándose con furor y con violencia, no hay fuerza en la tierra que las detenga, ni industria humana que prevenirlas pueda. ¿Quién pudiera imaginar que don Fernando, caballero ilustre, discreto, obligado de mis servicios, poderoso para alcanzar lo que el deseo amoroso le pidiese dondequiera que le ocupase, se había de enconar, como suele decirse, en tomarme a mí una sola oveja, que aún no poseía?
La diminuta tertulia, después de agotar los no muy variados recursos del juego de prendas, permaneció inactiva y acomodada en el ángulo de la sala, entablando en voz baja una vivísima plática entrecortada de risas y exclamaciones, donde los jóvenes de ingenio tuvieron ocasión de lucirlo a expensas de algún desventurado a quien despellejaron sin piedad.
Hasta en amor me persigue la desventura dijo Quevedo. Bien merece ser desventurado, quien no es capaz de amar. Quevedo se puso á pasear á lo largo de la cámara; la condesa se sentó en un sillón silenciosa y sombría, y quedó profundamente pensativa. Pasó algún tiempo, durante el que ni ella ni él hablaron una sola palabra. De improviso se detuvo Quevedo. Paréceme que se acerca alguien dijo.
Empezaron por don Diego; el desventurado atajóse, y la vieja, en vez de echársela dentro, disparósela por entre la camisa y el espinazo y diole con ella en el cogote, y vino a servir por defuera de guarnición la que dentro había de ser aforro. Quedó el mozo dando gritos; vino Cabra y, viéndolo, dijo que me echasen a mí la otra, que luego tornarían a don Diego.
Piensan los hombres que este niño que acaba de morir se ha caido por casualidad en el rio, y que aquella casa se quemó por casualidad; mas no hay casualidad, que todo es prueba ó castigo, remuneracion ó providencia. Acuérdate de aquel pescador que se tenia por el mas desventurado de los mortales, y Orosmades te envió para mudar su suerte. Dexa, flaco mortal, de disputar contra lo que debes adorar.
Alfonso habla con cierta amargura contra lo que llama su deslealtad, y esto me mortifica, porque yo creo bueno a este príncipe e inocente del crimen de su desventurado padre.
Y el desventurado padre, así que hubo pronunciado las palabras que quería grabar en la memoria de Amaury, se retiró tan lenta, y gravemente como había entrado. Nada importa morir cuando gravitan sobre nosotros el peso del tiempo y los achaques, cuando se está ya aniquilado a fuerza de vivir.
¿Cómo tengo de caminar, desventurado yo -respondió Sancho-, que no puedo jugar las choquezuelas de las rodillas, porque me lo impiden estas tablas que tan cosidas tengo con mis carnes? Lo que han de hacer es llevarme en brazos y ponerme, atravesado o en pie, en algún postigo, que yo le guardaré, o con esta lanza o con mi cuerpo.
¿Cómo quitar? -respondió la mujer-. Antes me dejara yo quitar la vida que me quiten la bolsa. ¡Bonita es la niña! ¡Otros gatos me han de echar a las barbas, que no este desventurado y asqueroso! ¡Tenazas y martillos, mazos y escoplos no serán bastantes a sacármela de las uñas, ni aun garras de leones: antes el ánima de en mitad en mitad de las carnes!
Palabra del Dia
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