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Actualizado: 22 de noviembre de 2025
A ti te pasará lo que a Belarmino, si no afilas la uña y te sacudes la mangana y la sandez. Soy amiga del hablar claro. Despierta o, desde luego, te auguro que terminaréis, Belarmino y tú, en un asilo de caridad.
Un templo es la casa de Dios, destinado á despertar en nuestro espíritu la emocion religiosa. Donde no hallo la emocion religiosa, no hallo el templo, y la Magdalena, ese precioso y espléndido alcázar, no despierta en mi alma aquella emocion casi divina.
Y es tal el entusiasmo que despierta, que no sólo se juega en los salones, clubs y casinos, sino también en los trenes, los tranvías, los antepalcos de los teatros durante las representaciones, las antesalas de los dentistas... ¿Y en los despachos de los ministros? ¿Y en las sacristías de las catedrales?... pregunté, por preguntar cualquier cosa.
Rocafort con su infantería, y Marulli hizo lo mismo, habiendo primero los Almugavares hecho su señal acostumbrada en los encuentros más arduos, que era dar con las puntas de las espadas y picas por el suelo, y decir: despierta hierro; y fué cosa notable lo que hicieron aquel dia, que antes de vencer, se daban unos á otros la enhorabuena, y se animaban con cierta confianza del buen suceso.
Mucho sorprendió a Relimpio, cuando se acercó al lecho conyugal, ver a su cara mitad todavía despierta. «¿Estás en vela, chica? le dijo quitándose su gorrete . Acabo de leer el periódico... ¡Qué cosas pasan! ¡Cómo marean a ese pobre señor! Yo sigo en mis trece; sostengo que D. Amadeo es una persona decente. Déjame en paz. ¡Contenta me tienes!
Mi desgracia data del día en que llegamos aquí. Cuando lo vi reñir con su madre, oí que una voz me gritaba: «¡Tuya es la culpa!» Cuando de día en día lo vi ponerse más sombrío y más triste, me repetía nuevamente en el fondo del corazón: «¡Tuya es la culpa!» Durante la noche me quedaba despierta a su lado, atormentada por este pensamiento: «¿Por qué estás tan triste y tan melancólica, por qué no sabes sino arrojarte en sus brazos llorando, y sufrir doblemente cuando lo ves sufrir?»
¡Buena falta le hace! dice Juan con voz tierna, siguiendo a su hermano con una mirada afectuosa. Querría ahogar el sentimiento que lo atormenta y que se despierta en él a la vista de Martín. Ha llegado la tarde... La multitud está bañada por un resplandor purpurino. Un rosado crepúsculo envuelve la llanura y el bosque.
Escucha con una angustia creciente, hasta que su cabeza se llena de un zumbido que murmura, que estalla como una risa aguda... Un horrible sentimiento de odio y de envidia se despierta en él de repente; con una risa feroz, arroja lejos el vaso, que se rompe en medio del cuarto. A la mañana siguiente, Juan está lleno de vergüenza. Todo eso le parece un mal sueño.
Todo el racimo de amigas se apiñaba en torno de la nueva esposa, manifestando la pueril y ávida curiosidad que despierta en las multitudes el espectáculo de las situaciones supremas de la existencia. Se estaban comiendo a miradas a la que mil veces vieran, a la que ya de memoria sabían: a la novia, que con el traje de camino se les figuraba otra mujer, diversísima de la conocida hasta entonces.
Así deberían perecer los habladores. El sobrino se calló; volvió el tío á su lectura, y no había pasado un cuarto de hora, cuando se dirigió de nuevo al lecho del joven que, vencido por el sueño, dormía ya profundamente, y gritó: ¡Despierta, Lázaro! Y despertó dando un salto, aterrado y convulso, como debemos despertar el último día, cuando suene la trompeta del Juicio.
Palabra del Dia
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