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Actualizado: 27 de junio de 2025


¡Fill meu!... ¡Pobret meu!... ¡Hijo mío!... ¡Pobrecito mío!... Y lloró con toda su alma, inclinándose sobre el muertecito, rozando apenas con sus labios la frente pálida y fría, como si temiese despertarle. Al oir sus sollozos, Batiste y su mujer levantaron la cabeza como asombrados. Ya sabían que era una buena mujer; el marido era el malo. Y la gratitud paternal brillaba en sus miradas.

De pronto Ramiro levantó una pierna para cruzarla sobre la otra, y a un tiempo, como un solo ser, todos los roedores dispararon hacia los muros en instantánea fuga. Luego reaparecieron, se aproximaron, y cobrando confianza, rodearon por completo el asiento del joven hidalgo. Cuando Casilda regresó, Ramiro dormía profundamente. La muchacha contemplole un buen rato, temiendo quizá despertarle.

A la mañana siguiente, el criado que vino a despertarle quedose perplejo. Su señor no se había quitado las ropas para dormir. Pasaron los días, largos días de prisión, que él acortaba con la lectura, o pintando al óleo, con asombrosa destreza, sobre tablas de nogal, figuras de Vírgenes y de Santos. El Canónigo venía a visitarle a menudo y le incitaba siempre a que abrazara la carrera eclesiástica.

Cuidado con el demandadero y con la monja, que no salgan. Desenganchó Martín los caballos y fué con ellos a la venta. Le salió al paso una muchacha redondita, muy bonita y de muy mal humor. Le dijo Martín, lo que necesitaba, y ella replicó que era imposible, que el amo estaba acostado. Pues hay que despertarle. El mozo no estaba. Ya ve usted, no está el mozo.

Las pasiones han sido dadas al hombre como medios para despertarle y ponerle en movimiento, como instrumentos para servirle en sus acciones; mas no como directoras de su espíritu, no como guias de su conducta. Se dice á veces que el corazon no engaña; ¡lamentable error! ¿qué es nuestra vida sino un tejido de ilusiones con que el corazón nos engaña?

Madó Antonia, que le había visto nacer servidora respetuosa de las glorias de la familia , movíase desde las ocho en la habitación, para despertarle. Pareciéndole escasa la luz que penetraba por el montante de un amplio ventanal, abrió las hojas de madera carcomida, desprovistas de vidrios.

Siento despertarle dijo ; ¡duerme tan bien, y está tan hermoso durmiendo! ¡oh! ¡si no me esperara el público! ¡esta es una esclavitud insoportable! Estuvo un momento contemplando al joven. Al fin se resolvió. ¡Caballero! dijo dulcemente ¡caballero! Montiño abrió los ojos.

Me he fijado además en la gallardía de su persona, en la natural distinción y no aprendida elegancia de sus modales, en sus ojos llenos de fuego y de inteligencia, en todo él, en suma, que me parece amable y deseable. Los elogios de Vd. han venido sólo a lisonjear mi gusto, pero no a despertarle.

Palabra del Dia

vorsado

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