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Y, madre, dijo también que esa letra escarlata que tienes es la señal que te puso el Hombre Negro, y que brilla como una llama roja cuando lo ves á media noche, aquí, en este bosque obscuro. ¿Es verdad, eso, madre? ¿Y es verdad que vas á verle de noche? ¿Te has despertado alguna vez sin que me hayas visto junto á ? le preguntó Ester. No lo recuerdo, dijo la niña.

, esa hora, esa hora de amor, para llamarla por su nombre, había sido soberanamente dulce, porque no fué premeditada, porque no había pensado en darle su nombre sino después de haberla agotado; porque había sentido la ebriedad sin la falta. Ahora mi conciencia se ha despertado: véome en la pendiente de un amor imposible, ridículo, peor que esto, ¡culpable!

-En materia ha tocado vuestra merced, señor canónigo -dijo a esta sazón el cura-, que ha despertado en un antiguo rancor que tengo con las comedias que agora se usan, tal, que iguala al que tengo con los libros de caballerías; porque, habiendo de ser la comedia, según le parece a Tulio, espejo de la vida humana, ejemplo de las costumbres y imagen de la verdad, las que ahora se representan son espejos de disparates, ejemplos de necedades e imágenes de lascivia.

Agita sus labios rojos... ¿Será verdad lo que he oido?... Otra vez... ¡Ah! ; mamá, mamá, no hay duda, eso ha dicho. ¡Me llama!... ¡Bendito seas! ¡Una y cien veces bendito! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mas ¡ay, Dios! va á despertarse... ¡Que he de hacer siempre lo mismo! Vaya; no guardeis silencio: ya se ha despertado el niño.

Y sin que renunciara a consagrar el resto del día al idealismo, en buen hora despertado por las relaciones de su amigo, consintió el Marquesito en pasar a la cocina de su casa, al oler lo que guisaban aquellas señoras. En la cocina de los Vegallana se reflejaba su positiva grandeza.

El primer movimiento de Ojeda fue de molestia y de cólera, como el que en mitad de un ensueño dulce se ve despertado. Aborrecía a esta mujer hermosa, por su tiesura varonil; no podía soportar la mirada de sus ojos claros, de fijeza insolente, que parecían retar a un duelo a muerte. Quiso volver la cabeza hacia el Océano, pero ella no le dio tiempo.

El romanticismo es la adolescencia del arte; la malicia, esa diosa madura que observa el mundo con una mueca perpetua, se ríe de los poetas gemebundos y enamorados; pero la juventud sueña y delira, y creo que no hay hombre, por áspero y frío que sea su carácter, que no tenga en la memoria, así como un lejano paisaje, la escena en que han despertado sus primeros sentimientos.

Con estos pensamientos, más honrados que acertados ni provechosos, estuvo otro día escuchando a Lotario, el cual cargó la mano de manera que comenzó a titubear la firmeza de Camila, y su honestidad tuvo harto que hacer en acudir a los ojos, para que no diesen muestra de alguna amorosa compasión que las lágrimas y las razones de Lotario en su pecho habían despertado.

La visión espantosa consistía siempre en el hecho de que le presentaban al cobro documentos de crédito suscritos con su firma, y él, Marcelo Desnoyers, el hombre fiel á sus compromisos, con todo un pasado de probidad inmaculada, no podía pagarlos. La posibilidad de esto le hacía temblar, y después de haber despertado sentía aún su pecho oprimido por el terror.

Ahora veo a mi hija Manolita, que también sale en camisa... ¡Calle, también se ha despertado Paquito!... ¡No te he dicho que todos iban a recibir un susto!... Pero se van a constipar si andan de ese modo más tiempo... No toques más Juan, no toques más. Cesó el estrépito infernal. Vamos, Adela, Manolito, Paquito, abrigaos un poco y venid a dar un abrazo a mi hermano Juan.