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Actualizado: 2 de junio de 2025


Pude revelároslo al despedirnos, pero como me dijisteis que era este el término de vuestro viaje, preferí callarme y daros una sorpresa, antes de que volváis á encerraros entre las cuatro paredes de vuestra celda. Pero ante todo, os he hecho llamar para haceros un encargo, mejor dicho, para pediros un servicio. ¿Qué deseáis? ¡Cuan poco galante sois! Pero en fin, no me extraña.

Por fin, al caer la tarde del 21 de agosto, levamos anclas, y después de despedirnos a cañonazos del gobernador, que desde la linda eminencia en que está situada su casa, agitaba el pabellón, nos pusimos en viaje, rumbo a Costa Firme. Navegamos esa noche, todo el día siguiente y en la mañana del tercero apareció la lista negruzca de la tierra.

Don Paco no quiso salir a despedirnos, porque estaba traspasado de dolor, al ver según dijo después cómo en una semana se torciera, al soplo de las malas compañías, el derecho arbolito criado con tanto esmero en el apacible huerto de sus lecciones. Las dos señoritas salieron a las ventanas, y nos despedían agitando los mismos pañuelos con que secaban sus lágrimas.

Mostréme, como pude y supe, agradecido a la fineza; llegamos al despacho; diome él los libros, con la honrosa «auténtica» de su dedicatoria autógrafa; previno el mozo las cabalgaduras en el corral; bajamos a él los que estábamos arriba; hubo abajo las despedidas, las congratulaciones, las protestas y los apretones de manos que fácilmente se imaginan; montarnos, al fin, Neluco y yo; volvimos a despedirnos desde las alturas de nuestros respectivos jamelgos; respondiónos el caballero con reverencias y con palabras que ya no oíamos bien; descubrímonos, por último, mientras revolvíamos los caballejos hacia la portalada, que estaba abierta de par en par; picamos recio; salimos, y a buen andar, me puse al costado de Neluco, que, como es de presumir, dirigía la caminata.

En seguida, se realizó sin ruido la ceremonia del casamiento. El viejo mayordomo principal y yo fuimos los testigos, y a guisa de comida de bodas hicimos una visita al cementerio, para despedirnos de las tumbas recientemente cerradas, cuya arena amarilla comenzaba a desaparecer bajo débiles tallos de yedra. Durante las últimas semanas, había buscado en secreto una situación que me conviniera.

Yo la requerí de amores allá en la calle de los Apóstoles y le una sortija de oro que me prometió llevar siempre en recuerdo mío. Al despedirnos me dijo que su pensamiento me seguiría en las guerras y que mis peligros serían también los suyos propios.... Pues acabo de verla. ¡Bah! Estás sobreexcitado con las profecías y los espasmos de mi señora Duguesclín y se te antojan los dedos huéspedes.

Yo lo cumplía puntualmente; y con tal artificio, más de una vez, además de no cobrarnos nada, salían a despedirnos humildemente, rogándonos que les dispensáramos el mal servicio.

Mañana, por única vez, para despedirnos, a las ocho de la mañana en la Moncloa, entrando por la parte de la Bombilla iré en coche y por la Birgen rompe este papel. <tb> ¡Dios santo, qué noche!

Yo no puedo negar que le profesaba estimación y cariño. Durante el tiempo que fue mi confesor, jamás noté en él más que una estimación espiritual a veces, no siempre, porque ordinariamente se manifestaba severo y poco comunicativo. No hice aprecio de esto, ni tampoco de que alguna vez al despedirnos me retenía la mano entre las suyas largo rato.

Y después de despedirnos de las dos damas, salí con el inglés. Parecía que me llevaba el demonio. Lord Gray vivía cerca de las Barquillas de Lope. Su casa, demasiado grande para un hombre solo, estaba en gran parte vacía. Servíanle varios criados, españoles todos a excepción del ayuda de cámara que era inglés.

Palabra del Dia

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