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Actualizado: 6 de julio de 2025
Despidióse, pues, el pobre hombre de aquel dichosísimo lugar, mas cuando empezaba á entrar por el primer camino, vió que le salía al encuentro la Reina del cielo, servida de gran multitud de santos, que despedía de su rostro tantos rayos y resplandores, que quedó pasmado de la belleza y atónito de la majestad de su semblante; y saludándole su Majestad á él en su lengua, con aire de enojada le preguntó qué llevaba colgado al cuello.
Los socios de la Fontana se habían marchado, cerróse el club y sólo quedaron en la calle los tres amigos y Lázaro, que se despedía para ir en casa de su tío. Espera un instante para ver lo que sale de aquí le dijo Javier deteniéndole. A la sazón una persona daba fuertes golpes á la puerta de Calleja.
El sosiego melancólico con que el mar se despedía de la luz causó en Marta impresión profunda. Con la cabeza inclinada sobre el agua y los ojos extáticos contemplaba los más leves matices que la luz iba despertando en ella y atendía a todos los rumores que sonaban en lo profundo. El sol se sumergió enteramente. El océano dejó escapar un sollozo inmenso, colosal.
Ana vio aparecer en el púlpito de la izquierda del altar la figura de Glocester, siempre torcida pero arrogante: la rica casulla de tela briscada despedía rayos herida por la luz de los ciriales que acompañaban al canónigo.
Quedaban en el gabinete la Marquesa, el Magistral y Glocester. Hubo un momento de silencio. El Arcediano se dio un minuto de prórroga para ver si el otro se despedía también.
Esto es más sensible, por cuanto las cepas están cargadas de racimos que han sido destrozados por el furioso vendaval y el granizo que despedía a su paso. Estoy muy triste; pues que además de haber perjudicado nuestro pequeño bienestar, los pobres viñadores de la comarca quedan en la miseria.
Cabalmente en ambas épocas despedia la mas codiciada luz, difundiéndola hasta las gélidas regiones septentrionales, la escuela artística de Bizancio: Justiniano y los Porfirogénitos fueron en ellas verdaderos faros para los otros reyes de Europa.
¡Pobre Concha! ¡Qué ajena estaba de que aquel caballero tan fino, tan suave, tan delicado, hacía escarnio de su inocencia en la mesa del café! Poco a poco se había ido interesando. Aquel señor tan pulcro despedía un vaho de elegancia que despertaba el instinto del arte y la belleza que en toda naturaleza femenina reside.
Estos ataques de la lujuria animal solían ser a las altas horas de la noche, cuando el enamorado salvaje se eternizaba sobre su banco, para esperar la soledad. Fermín estudiaba o dormía. Paula cerraba la puerta de la calle, porque la autoridad le obligaba a ello. No despedía al borracho, aunque conocía su propósito, porque mientras estaba allí hacía consumo, suprema aspiración de Paula.
Coletilla se despedía ya después de haber saludado á las damas. No venía sino á ratificar un tratado que últimamente ajustó con Paz. Ya sabemos que las señoras tenían el segundo piso de la casa simplemente ocupado con los muebles de familia de que no habían querido deshacerse. Este piso era muy pequeño y abuhardillado, comunicándose con el principal por una escalera interior.
Palabra del Dia
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