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Actualizado: 18 de junio de 2025
Esperó buen rato, fija la vista en la puerta y el oído atento; pero nada vio ni oyó. Lanzó segundo silbido y tornó a esperar. El alma se le desmayó viendo que la casa guardaba su paz de sepulcro. Tornó a silbar con más fuerza. Entonces imaginó que oía un leve y vago rumor dentro del edificio.
Como no tenía variedad de sucesos con qué llenar, diversificar y distinguir aquella larga serie de años, toda ella le parecía soplo, relámpago fugitivo, desmayo y letargo que al disiparse se lo había llevado todo consigo, esperanzas y proyectos y hasta la posibilidad de forjarlos de nuevo. La horrible vejez había caído sobre él sin sentir.
Dos lágrimas brotaron lentamente de sus ojos y empezaron a deslizarse por sus mejillas. No sé lo que pasó en mí. ¿Ni cómo describirlo, aunque lo supiera? Acerqué mis labios a su cara para enjugar el llanto, y se unieron nuestras bocas en un beso. Inefable embriaguez, desmayo fecundo en peligros invadió todo mi ser y el ser de ella. Su cuerpo desfallecía y la sostuve entre mis brazos.
Cuando la luz de su linterna se hubo desvanecido á lo lejos por completo, el joven ministro se dió cuenta, por la especie de desmayo que le sobrecogió, de que los últimos momentos habían sido para él una crisis de terrible ansiedad, aunque su espíritu había hecho un esfuerzo involuntario para salir de ella con la especie de apóstrofe semijocoso dirigido al Sr. Wilson.
Cuando le anunciaron que se preparase a unir su suerte en plazo breve a la de D. Santos, cayó presa de fuerte desmayo. Al salir de él declaró rotundamente que no lo haría aunque la desollaran viva. Ni las reflexiones de su confesor, ni la perspectiva de la deshonra, ni las lágrimas de su padre consiguieron ablandarla.
De aquí pasó á otra Ranchería, donde falto de fuerzas, sin poder sostener tantas fatigas y trabajos, desmayó de pura flaqueza, y asaltado de una fiebre ardientísima, se echó debajo de un árbol en un total desamparo de todo humano consuelo, abandonado aun de los neófitos Piñocas, y persuadiéndose no le restaba mucho tiempo de vida, se iba disponiendo para el último trance.
Clementina se vió vencida; arrojó un grito sordo, se le subió la sangre á la cabeza y le pareció que la habitación daba vueltas con extraordinaria rapidez. Extendió los brazos buscando un punto de apoyo y oyó á su enemigo que exclamaba: ¡Bueno!; ahora una congestión: no faltaba más que esto. Clementina se desmayó.
Pascuala y yo nos escondimos allí dentro, y nos sentamos en un rincón temblando de miedo. ¡Cómo gritaban! Después sentimos muchos golpes ... decían que iban á matar á uno. Nosotras nos pusimos á llorar: Pascuala se desmayó; pero yo procuré animarme, y juntas empezamos á rezar de rodillas delante de la Virgen que está allí dentro.
Volvió de su desmayo Claudia, pero no de su parasismo don Vicente, porque se le acabó la vida.
Estaba muerto y nadie tenía la persuasión de que el Rey no vivía, porque aquel estado inerte podía ser un desmayo como otras veces. A pesar de que los médicos aseguraron que ya no había Rey, Cristina dispuso que no se tocase el cadáver hasta las veinticuatro horas. Retiráronse todos y en Palacio hubo el movimiento vertiginoso que acompaña a los grandes sucesos de las monarquías. Nadie lloraba.
Palabra del Dia
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