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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Una sola idea, tan sencilla como desgarradora, aparecía entre el vértigo de mil ideas secundarias, y se perdía luego en la más caprichosa variedad de diseños que puede concebir la fantasía, para reaparecer al instante transformada. Si en el tono menor estaba aquella idea vestida de tinieblas, ahora en el mayor se presentaba bañada en luz resplandeciente.
Obedecí sumiso y besé también la frente de la niña. Agosto 16. Salgo de la cama en este instante. No he soñado monstruosidades como otras veces, pero ha sido tan triste mi sueño, que aún estoy conmovido. Siento dentro del alma una melancolía honda y desgarradora como si me encontrase solo en el mundo. Soñé que me hallaba en medio de un salón de baile espléndido y hermoso y profusamente iluminado.
Se abrió entonces la puerta, tras un violento coloquio de dos voces agudas y punzantes, y doña Rebeca apareció en el umbral, oportuna y piadosa por primera vez en su vida. Carmen tenía, detrás de sus lágrimas, una desgarradora expresión de extravío. Se abalanzó hacia la puerta entornada y la traspuso, haciendo vacilar a la señora.
La pobre mujer, en el momento de arrojar su papel dentro del coche, había lanzado con él una exclamación, que sintetizaba su respetuoso cariño hacia el primer personaje de la Nación, y su pena acerba y desgarradora: «Rey mío... Niño Dios de España, piedad para un desgraciado loco». Había invocado la juventud, la grandeza, el sentimiento religioso, para interesarlos en su cuita.
El niño procuraba incorporarse exhalando ayes lastimeros, repitiendo siempre con acento de verdad profunda. «¡Yo no he sido!... ¡Yo no he sido!» Y con desgarradora expresión de pena, como si le dolieran más en el alma que sus heridas le dolían en el cuerpo los insultos que había oído contra su padre y su madre, repetía lastimeramente: Mi padre ha muerto... Yo no lo conocí... Pero mi mamá es una santa, santa... ¿Sabes tú?... ¡Santa!...
Así, el apuntador, el electricista, el maestro carpintero, el individuo encargado de mover el telón, animados de los mejores deseos, también le aconsejan, aumentando con ello la selva de sus terribles inquietudes. Y, al fin, llega la noche del estreno; noche dramática, cruel, desgarradora; noche injusta, en la que el éxito es para todos, y el fracaso para el autor únicamente.
Podía, á Dios gracias, recibir sin hipocresía las demostraciones de su trivial benevolencia y poner con tranquilidad mi mano entre las suyas; pero si su nula personalidad escapaba á mi odio, sentía con una angustia profunda, desgarradora, hasta qué punto aquel hombre era indigno de la encantadora criatura que poseería muy luego, y á quién jamás comprendería.
A pesar de la distancia, Luisa, creyendo reconocer la voz de su padre, fue presa de tal emoción, que Catalina tuvo que sostenerla. Casi simultáneamente numerosos pasos resonaron en la nieve endurecida, y Luisa, no pudiendo contenerse, gritó con voz desgarradora: ¡Papá Juan Claudio!... Ya voy, ya voy contestó Hullin. ¿Y mi padre? preguntó Frantz Materne corriendo hacia Juan Claudio.
Había en estas palabras una ironía triste, desgarradora, que Gonzalo no pudo menos de sentir en el corazón.
Ramiro, que solía entrar ahora a la casa, topó varias veces con ellos, advirtiendo con desgarradora sorpresa que Beatriz no existía solamente para él. Notó miradas, melindres, cuchicheos, e imaginó todo lo que podría suceder en aquella familiaridad del parentesco; pero su orgullo fue más fuerte que el dolor. Mostrose tranquilo, silencioso, casi sonriente.
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